El regreso a Birmingham ya era una realidad, pero como las siguientes semanas se encargaron de demostrar, solo el nombre de la ciudad coincidiría con la etapa anterior. Ahora vivía solo, en una habitación que encontré gracias a mi amiga Bea, lejos de la familia Jevons y el College, suponiendo una independencia tan gratificante como necesaria; tenía ganas de ir de compras, de ponerme en la cocina a preparar platos conocidos, de llevar mi propio horario más acorde con lo acostumbrado. Entraba, salía, ordenaba, desordenaba, cantaba, dormía. Y todo en un espacio reservado para mí.
Las amistades incrementaron, fruto del cambio de domicilio, de la llegada del buen tiempo y de un mejor dominio del idioma. Posiblemente, en esto último esté la clave. Y es que, si el idioma cogió protagonismo en los anteriores meses, las siguientes semanas lo cogió aun más, dedicándole en mi habitación tanto tiempo libre como disponía (que fue bastaste), echando horas y horas delante de libros y televisión. Ese aprendizaje, tan lento y desagradecido a veces, empezaba a hacerme la vida más fácil.
También las horas de la semana empezaban a rellenarse con alguna que otra obligación. Dejando a un lado la cansina espera que te regalaban gratuitamente las agencias de profesorado, comencé a dar clases particulares de español a algunos estudiantes que, no sólo ayudaba a pagar gastos, si no que me devolvió esa sensación tan especial de volver a sentirme profesor. Además, conseguí un puesto de voluntario atendiendo en una tienda de una ONG próxima, dos días en semana, pudiendo hablar y practicar mi inglés con los clientes y demás voluntarios.
Y mientras todo esto ocurría, lejos de allí, mi cámara de fotos tomaba un respiro…
Una mañana, acompañado por mis clases particulares, por mi voluntariado y por mis libros de texto, volvió el apetito. La mecha se encendió de la única manera que podía hacerse: gracias al apetito de otras personas, en este caso mis amistades en Birmingham Mara y Manuel, que buscaban nuevas rutas y ciudades para poder visitar y explorar.
Organicé un viaje de un par de días a España para estar con la familia y amigos, para reponer fuerzas, y para recuperar los ojos de este blog y mis recuerdos futuros. Esta vez se vendría conmigo.
(un resumen muy muy escueto de esas semanas que cambiaron el frío invierno por la colorista primavera en Inglaterra)
No hay comentarios:
Publicar un comentario