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15 enero 2012

Día 486. The ghost of christmas future

(un 5 de enero de 2012, horas antes de irme con los Reyes Magos a Oriente...)

Los últimos rayos de sol andaluz de este invierno los disfrute en compañía de mi amigo Rute, tomando una cerveza en uno de los muchos bares de la costa frecuentado por ingleses. Por una vez, y sin que sirva de precedente, me sentía extranjero en mi propia tierra, emulando al resto de foráneos de la terraza, todos alejados de las sombras, con la camisa remangada hasta decir basta y la cara bien iluminada.

Cómo toda mi estancia estas Navidades por España, de nuevo iba con el tiempo apurado. En un par de horas un tren me llevaría a Madrid, y todavía había muchas cosas por hacer antes de marcharme. El reloj había sido implacable estas dos últimas semanas. Todo estaba pasando demasiado rápido. Todo.

Aún no habíamos empezado a saborear Rute y yo el contenido de la conversación, cuando una señora sentada en la mesa contigua se giró y se levantó sus gafas de sol. De rasgos cubanos, calculo que rondaría los cuarenta. Me llamo la atención su enorme boca. Si hubiera sido un dibujo animado, su boca se hubiera asemejado a las enormes fauces del tiburón de la película Buscando a Nemo. Su primera frase no podía ser otra.

- Perdonad, pero no he podído evitar escucharos…

Escuchar la palabra “América” de mis labios, supongo. La idea de dar el salto al continente americano a mediados de año cuando termine mi estancia en Eslovaquia parecía haber despertado a aquella persona de su letargo de mediodía.

- Por si te sirve de ayuda, yo tuve la misma idea que tu, la de cruzar el charco y vivir durante unos años en Estados Unidos…

Su historia, más allá de tener el mismo país protagonista, se alejaba del ideal de sueño americano que toda persona tiene en la cabeza antes de dar el paso definitivo. Su historia era mucho más dura, sin mucha fortuna y de continua lucha por salir adelante. Después de recorrer una decena de países, terminó viviendo en un barrio de inmigrantes en Washington, un lugar del cual no llega a tener buenos recuerdos. Sus trabajos en el sector de la hostelería apenas le ayudaron a pagar el alquiler de la vivienda.

- Tantas horas trabajadas… ¿para qué? Luego no tienes nada… - se lamentaba – allí nadie ayuda a nadie, el dinero por delante siempre… allí ser hispano o ser negro es lo mismo…

Sus vivencias y reflexiones estaban cargadas de frustración y algo de rencor hacía un país que ni mucho menos había colmado sus expectativas. Lo único positivo que pude sacar de sus palabras fue la belleza de algunos lugares y la experiencia en sí.

- Pero que si tú tienes decidido ir, adelante… - me repitió en un par de ocasiones.

Miré a Rute. No hizo falta hablar demasiado. Sabía lo que pensaba. Tres sorbos rápidos a la birra y una nueva y fugaz exposición del rostro con los ojos cerrados hacia el sol. La maleta me esperaba en casa.



(señores pasajeros con destino Eslovaquía, rogamos embarquen por la puerta número...)

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