Oculté con la visera de la gorra mis ojos y me desplomé fatigado sobre el césped de St. James´s Park. Mi amigo Kevin y mi hermano copiaron la idea, y en unos segundos estábamos tendidos al raso, arropados por el sol de mediodía, dándonos un respiro en nuestro afán por conocer Londres.
- ¿Sabes? Esto también debe ser muy inglés.
- Seguramente la reina no podrá permitirse este lujo… - me contestó Kevin, todavía intentando acomodarse.
Teníamos el Palacio de Buckingham a apenas 100 metros de nosotros, y a esa hora turistas provenientes de todos los rincones del mundo asediaban sus aledaños.
- Debe de cansar que todos los días vengan miles de personas a fotografiar tu casa… - pensé en voz alta.
Ajenos al ajetreo adyacente, el cansancio terminó manifestándose y un prolongado silencio se instaló junto a nosotros.
Antes de presentarnos delante del Palacio, habíamos recorrido a pie Victoria Street y Buckingham Gate, dejando a mano izquierda viviendas de ladrillo oscuro muy típicas británicas. Cuando llegamos a las verjas negras que rodeaban la residencia oficial de la reina, hacía un buen rato que se había realizado el relevo de la guardia, un evento siempre interesante.
El Palacio de Buckingham mostraba un aspecto de estilo clasicista, más pomposo que elegante. Desde su construcción en el siglo XVIII como residencia urbana del duque de Buckingham, ha sido objeto de costosas ampliaciones. Además de reírnos un rato al escuchar que el palacio tenía 78 cuartos de baño, nos llamó la atención el significado de la bandera que ondeaba en la mansión: resulta que es la bandera oficial del soberano británico la que ondea cuando está la reina en el palacio y es la bandera del Reino Unido la que ondea cuando no está en él. En el momento de nuestra visita, la soberana se encontraba de vacaciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario