El otro aspecto que ha rondado mi cabeza estos días tiene
como palabras sinónimas al equilibrio, la consistencia, la solidez, la firmeza,
la permanencia, la continuidad o la perdurabilidad. ¿Te suena? Hablo de la
estabilidad, término que llegó a mí a raíz de una conversación con una amiga y
me hizo reflexionar. “¿No echas de menos cierta estabilidad?”, me preguntaba.
No he encontrado la respuesta aún. Lo que sí he podido
comprobar es que no siempre la estabilidad proporciona felicidad. Felicidad no
está dentro de la lista de sinónimos que te cite antes. Amante del buen cine y
de aquellas películas con mensaje, una de estas últimas tardes he tenido la
suerte de coincidir con “The Crowd” (en español fue traducida como “Y el mundo
marcha”), rodada hace muchísimos años, cuando aún el color no había llegado a
la gran pantalla.
“Has de ser bueno en esta ciudad si quieres destacar de entre la masa”, decía el joven John, protagonista de la película, la primera vez que ve Nueva York, la vibrante metrópolis donde está seguro de que sus cualidades especiales le alzarán sobre el rebaño.
A medida que avanza la cinta, se ve como las cosas no le
irán saliendo bien al bueno de John, convirtiéndose en un hombre tan
penosamente vulgar que podría ser cualquier miembro elegido al azar de esa
multitud urbana. El personaje empieza la historia como un bebe indistinguible
de otro cualquiera, y termina como un burgués neoyorquino indistinguible de
otro cualquiera. Había conseguido estabilidad, pero era infeliz.
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