El lago Palcmanská estaba completamente congelado. El rastro de pisadas sobre su capa de nieve en superficie delataban la osadía de algunos. Pequeñas embarcaciones atrapadas en el hielo delataban el descuido y olvido de otros.
Al fondo del lago, a mano derecha, Dedinky. A la izquierda, más alejada aún, la aldea de Dobsiská Masa. Ambas situadas en la base de altas colinas, vestidas de forma albina, con pequeños y viejos embarcaderos de madera junto a las orillas, inútiles a día de hoy, que se adentraban en el gigante blanco. Un espectacular paisaje de tierra helada que lo hacía aún más fastuoso por la sensación que te recorría el cuerpo de aislamiento e incomunicación; pese a ser horario diurno aún, el único ruido o movimiento que veías en aquel lugar era el que la naturaleza decidía hacer.
Aquella región donde me encontraba es conocida por ser la entrada sur del Paraíso Eslovaco, parque natural situado en Eslovaquia central.
El Paraíso Eslovaco es un llano con altas mesetas (800 - 1000 metros de media) cargado de una riqueza natural impresionante. La montaña más alta es Ondrejisko, con 1.270 metros de altura. El área se construye principalmente de karst piedra caliza y dolomía, y adentrándote en el paraje encuentras un conjunto de barrancas y despeñaderos que conforman escenas rocosas pintorescas junto a vegetación (hayas, piceas, abetos y pinos) y pequeñas cascadas, creadas principalmente por los ríos Hnilec y Hornád.
Tirón al gorro para abajo hasta ponerlo a la altura de las cejas, tirón de la bufanda hacía arriba hasta ponerla a la altura de la boca, manos a los bolsillos, y a continuar la marcha, siempre con esa parsimonia que el terreno nevado te otorga, hundiendo las botas más de lo debido y sin saber muy bien lo que pisas. Es parte también de esta experiencia invernal.
(ya totalmente recuperado y con la energía al máximo, lo único que hacía falta era acostumbrarse a este frio…)
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