.

.

16 diciembre 2010

Día 92. La Vieja Humeante

(relatos desde una de las ciudades más bellas del hemisferio norte que acaecieron un 12 de diciembre de 2010)


Hay ciudades que te sonríen desde la llegada, que te sorprenden gratamente a cada paso que das, que tienen tanto que enseñar que terminas exhausto de curiosidad.




Generalmente, cuando llego por primera vez a una ciudad, lo primero que intento buscar es el punto más alto de la urbe, ese punto capaz de verse desde cualquier calle y que ayude a orientarme. Cuando llegué a Edimburgo y alcé la vista, eran tantas las cúpulas y torres levantadas que me llamaban la atención que no supe con cual quedarme. El castillo, situado encima de Castle Rock, era demasiado jugoso para desmenuzarlo al comienzo, a sí que mi interés se centró en una serie de construcciones y monumentos localizados en una colina cercana. Hacia allí me encaminé.


Aunque la subida fue complicada por la nieve acumulada, valió la pena acceder hasta lo alto de Calton Hill. Desde allí tenía una visión panorámica de la ciudad espectacular, el perfecto prolegómeno para la visita. A casi cien metros de altura sobre la ciudad de Edimburgo, en el extremo oriental del New Town, podía divisar el Castillo, el Palacio de Holyroodhouse, el risco de Arthur's Seat, el estuario del Forth, New Town, Princes Street...

En la misma colina se pueden contemplar diferentes monumentos, como el del almirante Nelson, con forma de telescopio, el City Obserbatory, el monumento al filósofo local Douglas Stewart, los restos de una antigua cárcel sobre la que circulan numerosas leyendas, o una especie de inacabado templo griego que intenta asemejarse al partenón de Atenas.



Ubicada en la costa este de Escocia a orillas del fiordo del río Forth y la sede del gobierno escocés, Edimburgo fue uno de los centros más importantes de educación y cultura durante la Era de Ilustración. Investigando un poco sobre su pasado, encontré que la ciudad era cariñosamente apodada Auld Reekie, que significa "Vieja Chimenea" o "Vieja Humeante" en escocés. Esto se debe a que durante los tiempos en que la leña y el carbón eran los únicos combustibles disponibles, todas las chimeneas echaban grandes cantidades de humo al aire. Hoy las chimeneas continúan, pero ni rastro del humo.






Una vez dejado Calton Hill y convertido en un peatón más, empezó la maravillosa aventura de transitar los dos distritos más característicos de Edimburgo, la parte nueva y antigua de la ciudad. La ambientación navideña, gaiteros y personajes disfrazados de William Wallace daban la nota de color a avenidas y grandes plazas que mantenían estructura medieval como siglos atrás. Palacios y notables iglesias salpicaban cada paso que daba por aquellas tierras.





Pero nada conseguía captar tan poderosamente mi atención como el castillo, una antigua fortaleza erigida sobre una roca de origen volcánico ubicada en el centro de la ciudad. Utilizado con fines de tipo militar desde tiempos prehistóricos, se encuentra protegido por abruptos acantilados que le dan una imagen aún más señorial.



No conocía a nadie que, habiendo estado en Edimburgo, me hubiera hablado mal de ella. Ahora entiendo por qué.


(todas las fotos, a máxima resolución, de este agraciado emplazamiento, pinchando AQUÍ)

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Twitter Delicious Facebook Digg Stumbleupon Favorites More

 
Design by Free WordPress Themes | Bloggerized by Lasantha - Premium Blogger Themes | GreenGeeks Review