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17 agosto 2012

Día 602. Ciudad sin espías


Ya lo he vivido antes todo esto. Es familiar pese a no conocer el destino final. Resulta curioso.

Pese a estar en otro país, sus rostros, voces y conducta desprenden tintes de pasado muy reciente. No en vano estuvieron unidos a sus hermanos eslovacos durante muchos años. Por eso, cuando vas en el añejo tranvía, cuando vas a comprar un libro a cualquier librería de barrio o caminas atravesando céntricas galerías, la atmósfera es siempre la misma, sobria, cargada de misterio, llena de miradas que hablan y silencios que incomodan. Toda una ciudad jugando a películas de espías.

En 2012, Praga destaca por ser uno de los primeros destinos turísticos europeos. Cuando empecé a caminar por el puente de Carlos y ví aquella legión de asiáticos con cámara en mano, ya supuse que cualquier sensación de ciudad pasada sería una utopía. Adiós misterio, adiós espías.

El tiempo de Praga es muy impredecible estos días, de repente hace mucho calor como te cae una tromba de agua. Forma parte de la divertida experiencia en esta ciudad adivinar que tiempo va a hacer durante la jornada. Por supuesto que no acerté con la vestimenta en toda mi estancía en la República Checa.

Entre marionetas, pequeñas tiendas de absenta, matrioskas y músicos callejeros, un correo electrónico que me cambiaría todo. ¿Está el futuro escrito? El próximo curso escolar también estaría en la Europa del este, esa que se quedó a medio conocer el año pasado, aunque esta vez de profesor titular bajo el techo de un colegio bilingüe. Todo un desafío del cual no he podido escapar.

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