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07 junio 2011

Día 246. El testigo mudo

(último día en Inglaterra que pasé a orillas del Támesis un 16 de mayo de 2011)



Cerca de Tower Bridge, junto a un complejo de modernos y originales edificios de oficinas, un colorista puesto de helados era abarrotado por niños y adultos, que amenizaban la espera discutiendo sobre su sabor preferido. Por el paseo colindante al río, un mimo disfrazado de hombre de hojalata intentaba captar la atención de los cientos de transeúntes que caminaban a esa hora por allí, intentando mantener su acrobática posición sin pestañear. A su espalda, una elegante terraza abarrotada de clientes, que buscaban saciar su hambre disfrutando de las hermosas vistas al Támesis y la ciudad. Así es esta zona de Londres, bulliciosa, en constante movimiento.

Sentado en una zona ajardinada, protegido del sol por la sombra que proporciona un alto muro a mi espalda, parezco junto al río y al mimo disfrazado el único testigo mudo de la zona, viendo a nuestro alrededor el incesante corre, ve y dile creado por trabajadores, turistas y ciudadanos en general. No se es consciente de ese cansino comportamiento grupal hasta que no te aíslas de él. Como hormigas de un lado para otro, a veces moviéndose sin motivo claro. Resultaba cómico, rozando la estupidez.







También testigo de excepción, por supuesto, Tower Bridge, tan apegado al Támesis cómo su propia agua. Este famoso puente levadizo situado cerca de la Torre de Londres era la víctima preferida de las cámaras de fotos circundantes. No era para menos.






Durante la segunda parte del siglo XIX, el desarrollo económico en el este de Londres, llevó a la necesidad de construir un nuevo paso sobre el río más abajo del Puente de Londres. No se podía hacer el tradicional puente fijo debido a que cortaría el acceso al puerto que en esa época se situaban en el Pool of London, por lo que se creó un comité especial para encontrar una solución, convocando un concurso para elegir un diseño acorde con las necesidades. El diseño aprobado finalmente, obra de Horace Jones, fue el actual Tower Bridge, un puente levadizo de 244 m de longitud, con dos torres de 65 m de altura. La distancia central entre las dos torres se divide en dos levas, que pueden elevarse hasta un ángulo de 83 grados para permitir pasar el tráfico fluvial.







Hora de levantarse del césped y unirse a la marabunta. Aún quedaba algo de tiempo para caminar hacia el oeste a orillas del Támesis y echar un último vistazo al London Eye, el parlamento y Westminster Abbey.

Me resulta imposible imaginarme Londres sin su río. E imposible no volver a caer en brazos de esta ciudad algún día, mi zona de paso hacía el resto del mundo. Como se suele decir, la penúltima visita. Nos vemos pronto.




(todas las fotos del Támesis a su paso por la capital británica, a máxima resolución, pinchando AQUI)

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