3M-IN SPAIN: Desconectar

Tiene mucha prisa. Acelera todo lo que puede y se salta el semáforo en rojo unos segundos después del cambio de color. Un señor mayor que esperaba en la acera para cruzar no le pierde de vista y suelta tres improperios por su boca. A dos jóvenes que van en moto y que sí han respetado la señalización les hace gracia la situación y no paran de mirarse y sonreír.

En el parque, el caos absoluto. Con la llegada del atardecer, es el lugar más demandado por padres primerizos, niños, jóvenes y orgullosos abuelos. Que si estoy cansado, que si tengo sed, que si quiero hacer pipi, que si quiero que me compres eso, que si juegas a la pelota, que si no quiero jugar a la pelota. Y entre todas esas peticiones, carreras, gritos, empujones, risas y llantos. Niños. Y que no falten nunca.

¡Cuidado! Que has estado a punto de pisar algo que trae suerte. O eso dicen. Entre las sorpresas, los escalones, las rampas y los socavones, estas entretenido.

Algunos pequeños comercios apuran los últimos minutos del día. Otros han optado por recoger mucho antes de la hora. Las ventas siguen sin despegar, y los números sin cuadrar. Carteles de llamativos rótulos en sus escaparates que piden al menos tu atención. Acércate, parecen decir los iluminados ojos de la dependienta bajo la tenue luz del solitario interior. Mañana será mejor día, rezan sus pocos asiduos clientes.

Has cerrado la puerta del piso, has cogido el ascensor y te has plantado en la calle sin rumbo fijo, sin hora, con poco más que tu ropa y tus llaves. Sólo tú, tú y tus ganas de andar, de recibir aire fresco en tu rostro, de ver que ocurre a tu alrededor, de comprobar como hay un exterior fuera de tu vivienda que nunca descansa.

Pese a no ser ese edén que pintábamos hace unos años en la escuela, dar un paseo por el barrio hace que consigas tu propósito, que no es otro que desconectar durante un rato. Sobretodo, de esa estupidez artificial que nos tiene a todos abrumados entre cuatro paredes. Nadie se escapa de ella, absolutamente nadie.