(1 de abril de 2012, cumpleaños de mi madre y visita a Levoča...)
La joven que abría paso se paró en seco, se giró hacia nosotros y soltó algunas secas palabras en eslovaco. Por su tono de voz y su mirada amenazante hacía la cámara de fotos del turista japonés, siempre sonriente, parecían muy claras sus premisas: prohibido hacer fotos en el interior.
Tras soltar su discurso desafiante, nos dirigimos hacia lo que se dilucidaba como el centro de la nave principal de la iglesia. Solo de dilucidaba, porque la oscuridad reinaba en aquel lugar para nuestra sorpresa.
Fue en el momento de alzar la vista sobre lo que parecía un gigantesco órgano cuando la chica que nos acompañaba en la visita se acercó a un extremo de la sala para pulsar el interruptor de la corriente, devolviendo la luz de manera escalonada a el que hasta ese momento había sido un lúgubre emplazamiento.
Las paredes, en un principio grises y sin apenas ningún relieve destacado, se convirtieron en coloristas muros sobre los que destacaban pinturas y lienzos varios. El órgano se mostraba aún más grande y pesado de lo que imaginaba inicialmente, y nuevas escaleras, altares, bancos y columnas hicieron su aparición de entre las sombras.
La chica comenzó un nuevo discurso, esta vez más suave, señalando con su brazo derecho el altar principal, el tesoro por el cual estábamos allí.
La iglesia gótica de San Jacobo empezó a construirse a mediados del siglo XIV y en su interior esconde 11 altares góticos y renacentistas. El más sorprendente era ese altar principal, el altar gótico más alto del mundo, el cual mide casi 19 metros y fue hecho en madera de Tilo a principios del siglo XVI.
El templo y su impresionante altar son la atracción principal de Levoča, ciudad situada al este del país, en la región de Prešov. Desde 2009 es Patrimonio de la Humanidad como extensión del castillo de Spiš, destacando también el ayuntamiento del siglo XV, la casa de Thurzo y la puerta de Košice.
Una nueva mirada amenazante de la chica al turista japonés borro su sonrisa e hizo que guardara definitivamente su cámara en la funda. Se mira, pero no se fotografía.
(como no podía ser de otra forma, la fotografía del altar no es de propia cosecha, sino bajada de Internet; gracias de nuevo a mi amigo Juraj por ayudarme a conocer durante ese fin de semana un poquito mejor esta maravillosa región)
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