-¿Aún no has comido en un koliba? ¿De verdad?
La cara de incredulidad se convirtió rápidamente en sonrisa
pícara. Porque ya era consciente de que la primera vez es la mejor, de que me
gustaría comer allí, como a todo amante de las carnes, y que el hambre
terminaría ahogada de abundancia.
Un bar muy campechano
nos esperaba a mitad de camino de ninguna parte, entre árboles y vegetación
baja, junto con dos gruesos maderos pintados de arriba abajo. El hotel y su
preciosa terraza flotante de madera quedaban muy retirados de aquella cabaña
hecha restaurante, algo más ajetreada y ruidosa por el continuo baile de idas y
venidas de la camarera, ataviada con un traje tradicional de la zona, y por algunos
ciclistas que tomaban un respiro agarrando una cerveza y compartiendo unas
risas.
Si hay dos nombres autóctonos que resuenan con fuerza por
esos parajes, esos son koliba y Tajchy.
Tajchy es el nombre que reciben los bellos embalses
artificiales en las Montañas Štiavnica, en el centro de Eslovaquia. La mayoría
de ellos fueron construidos con el fin de proporcionar energía para las minas
de plata de Banská Štiavnica en el siglo 18. En total, más de 60 embalses,
conectados entre sí por más de 100 km de canales y túneles subterráneos, muchos
de ellos mantenidos hoy sólo con fines recreativos.
La región de Banská Štiavnica carece de fuentes importantes de agua corriente superficial. Por ello Tajchy fue diseñada para almacenar agua procedente de las precipitaciones, además de proporcionar energía para la minería y fábricas gracias a la instalación de molinos en los embalses.
Koliba y Tajcky. No hay mejor combinación posible en esta primavera recién estrenada.
La región de Banská Štiavnica carece de fuentes importantes de agua corriente superficial. Por ello Tajchy fue diseñada para almacenar agua procedente de las precipitaciones, además de proporcionar energía para la minería y fábricas gracias a la instalación de molinos en los embalses.
Koliba y Tajcky. No hay mejor combinación posible en esta primavera recién estrenada.
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