La vieja máquina de escribir se pone en marcha. El incesante
golpeo de las teclas vuelve a mi alrededor. Escribir, escribir con mayúsculas…
la sensación de hacer las letras perecederas, letras que serán recuerdos, recuerdos
que serán historia.
Hoy, primeros de octubre, bajo un ambiente realmente otoñal,
donde el sol y la lluvia se han repartido el tiempo, el cable que hablaba de presente
y futuro ya ha atravesado las paredes de la vivienda de alquiler, esa que estoy
deseando presentaros, esa que empiezo a sentir como mía pese a la distancia con
la verdadera. Y una vez en el interior, ese cable empieza a traer la vida que
aquí cocino y disfruto (porque no lo dudes, la disfruto) a pantallas ajenas,
allí donde quieran leerme.
“¿Dónde estas?¿Dónde te metes? No sabemos nada de ti”
Aquí vuelven las señales de vida desde Eslovaquia, muchos días
después, ya instalado en la nueva ciudad, realmente sumergido en mi nuevo
trabajo. Os he echado de menos.
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