.

.

21 agosto 2013

Día 790. La carrera donde el tiempo no corre

(Gracias Judita, por enseñarme este rincón de Europa...)





Caminos sin asfaltar rodeados de vegetación por donde los participantes, asfixiados por el esfuerzo, lograban desaparecer entre la maleza bajo la mirada de turistas y curiosos. La carrera anual de Hollókö había comenzado y su castillo, construido en el siglo XIII y dominador absoluto del paisaje cercano sobre una colina, les retaba a poder alcanzar sus murallas.

El que no corría o no hacía turismo, trabajaba dando paseos en caballo, vendiendo artesanía típica de la región, vistiendo sus ostentosos trajes y vestidos coloristas. Mientras el cronómetro de muchos atletas parecía acelerar, mi reloj parecía haberse detenido.



 Situada a unos 100 kms de Budapest, entre montañas y valles verdes, descansa esta modesta población húngara guardando su imagen original. Rodeado de un parque natural, persisten todavía sus angostas parcelas de tierra generación a generación, las formas ancestrales de la agricultura con sus pastos y árboles.
Hollókő es la única aldea de Hungría que desde 1987, junto con su entorno natural y las costumbres folclóricas, forma parte del Patrimonio Mundial del UNESCO.

Las casas, reconstruidas de adobe debido a numerosos incendios, recuerdan viviendas de cuentos infantiles, aquellas donde la presencia del chocolate o dulces era fundamental. Pasear por el casco antiguo de Hollókö es admirar las obras maestras de la arquitectura popular, las casas típicas blancas de los campesinos, “paloc”, con su balaustrada de madera, con sus habitaciones bien separadas entre sí, la cocina, la llamada habitación limpia, y la despensa. Su pequeño templo católico, con cubierta y torre de madera, encaja armónicamente en el ambiente.



 Hungría, pese a mis continuas idas y venidas por la región, sigue siendo una gran desconocida para mí. Cada vez que la piso me sorprende con algo nuevo. Esta vez no fue una excepción, y fue una grata sorpresa caminar a través del museo al aire libre en el que se ha convertido el pequeño pueblo de Hollókő, un lugar donde el tiempo, pese a su carrera anual, no avanza.


18 agosto 2013

Día 783. El castillo del alma sin conquistar

(no pongan orden en los acontecimientos; déjense llevar... )





No se retiren de la lectura. No tienen nada que temer. De esto ya hace muchos muchos años, tantos que no se pueden calcular. Era otra época, donde los rezos y promesas tenían un significado aún más poderoso, donde la ambición de los humanos se aliaba con el diablo y donde el diablo se hacía de uña y carne para desgracia de aquellos infelices. Eran periodos oscuros, tierras malditas bañadas de sangre.

Cuenta la leyenda que un tal Marek llegó a la región de Orava y vio el impresionante peñasco sobre el río donde está en la actualidad el castillo. Entusiasmado,  dijo: así me tenga que ayudar el mismísimo diablo, yo construiré una fortaleza en la cima de este peñasco.




No había terminado de hablar y junto a él se le apareció el diablo, ofreciéndole su ayuda para cumplir su sueño. La ayuda no era gratis, como todo buen diablo buscaba la oportunidad de conseguir una nueva alma.
Marek se asustó un poco pero al final propuso que si le construía un castillo en el punto más alto con enormes habitaciones en 7 días y en 7 noches podría llevarse su alma en 77 años.

El diablo aceptó y se puso a trabajar con ahínco. Llevaba el material desde muy lejos y tenía que poner cuidado en que no se le cayera al río ya que el lugar del castillo es bastante difícil de alcanzar.  Al ver el avance de las obras Marek se asustó, no quería ir al infierno. Rezó y pidió ayuda a Dios.

El diablo siguió trabajando y ya se alegraba de la nueva alma conquistada. La última noche ya sólo le faltaban pequeñeces por terminar y aparte debía llevar una gran roca. La roca era muy pesada y la llevaba con mucho cuidado. Cuando ya estaba casi por llegar escuchó el canto del gallo. Era la mañana del octavo día. En su enojo tiró la roca al río. Hasta el día de hoy ahí se encuentra y la gente la llama la roca de Marek.



El castillo de Orava es hoy en día uno de los principales atractivos turísticos del norte de Eslovaquia. El rodaje de la película del vampiro Nosferatu en su interior terminó por darle la fama de castillo encantado y mágico. Su figura aún permanece en el torreón más alto de la fortaleza, esperando impaciente la llegada de nuevas almas…


17 agosto 2013

Día 779. Mas banderas que alegría

(paréntesis del viejo continente, cogiendo fuerzas para todo lo bueno que viene...)

Pasada la Plaza de España y recorriendo la calle paralela al Parque Hernández, escuché el comentario de una mujer sentada delante de mí dirigido a su acompañante, los dos con la mirada perdida entre palmeras, fuentes y antiguas fachadas modernistas:

-         -  “La ciudad esta bien, pero… le falta alegría ¿no?

Mi pensamiento, instalado en ese momento aún sobre la reciente visión de Melilla la Vieja, recogió el comentario al momento y reforzó todo aquello que había estado pensando y viviendo en las últimas horas. A esta ciudad le falta una chispa de alegría que otras si tienen.



Entre cristianos, hindúes, judíos y musulmanes, anda el color y la riqueza de Melilla. De su mezcla y mestizaje sale su belleza, guardada con recelo entre las murallas que conforman el recinto fortificado. Se cuenta que una vez Melilla la Vieja se quedo pequeña para la población, y se decidió extender la ciudad hasta los límites que marcara un cañón; allá donde la bola del cañón llegara, hasta allí se construirían nuevas viviendas.

Y es que el vocabulario militar es otro santo y seña de la región. Tenientes, generales y guardia civil acompañan calles y dan forma a escudos y monumentos bastante descafeinados y pasados de fecha. Eso sin hablar de la bandera, impuesta casi por obligación y llevada con entusiasmo patriótico en polos, zapatillas y demás ropa informal.




Coincidiendo con la semana náutica , el final del Ramadán y con ambiente sofocante de humedad, Melilla se mostró como un gran cuartel donde todo debe seguir un guión establecido. Un cuartel donde un papel te permite estar dentro, y donde sin él sólo te toca esperar tu oportunidad detrás de la valla. Un afortunado, así hay que sentirse.


12 julio 2013

18 junio 2013

Día 770. Esta sinfonía me suena

(malas imitaciones musicales y hermosas carrozas sin burgueses...)



Su sonrisa se fue apagando al mismo tiempo que los primeros paraguas se iban abriendo. Pero ahí se mantuvo. Sin moverse y ataviado con su traje de época, aquella época donde los palacios y castillos eran coto privado. Resulta curioso que sirvan ahora esas ostentosas y pomposas fachadas de tela para ganarse unas monedas y no para diferenciar clases.

A los pies de la fortaleza de Hohensalzburg , pese a la persistente lluvia, el circo alrededor de la figura de Mozart seguía funcionando. ¿Perfume?  ¿Camisetas? ¿Tazas para el desayuno? Piensa en un souvenir con la cara del compositor estampada en él y acertarás. El negocio de Salzburgo, anzuelo de miles de turistas con ganas de demostrar que ellos estuvieron allí, donde nació aquel cuyas sinfonías sonaban a poesía.

Salzburgo no vive ajena a todo esto. En la ciudad parecen quedar ya muy lejanos aquellos años donde no había el asfixiante bombardeo mediático del negocio. Pero, ¿Cuál de las capitales europeas queda ya sin esta enfermedad? Amante de lo salvaje y caótico, Praga, Venecia o Viena han sido recientes tristes ejemplos de ello. Toca disfrutar de vosotras sin el aroma de los libros de historia. Y se echa de menos. Mucho.


12 junio 2013

Día 762. Mundo Tatras

(subir, subir, subir... para poder estar siempre arriba)
























Había que intentarlo, y solté de nuevo la pregunta.

-¿Y no hay ninguna posibilidad de llegar hasta allí? 

De nuevo negó con la cabeza. La prohibición de la señora de las taquillas terminó resultando más inaccesible que cualquier pared vertical de piedra encontrada en la subida. No había manera de acceder a la cima, al pico de Gerlachovský, si no era reservando con antelación un billete para viajar en el viejo telecabina rojo. Mi gozo en un pozo.





Nos encontrábamos en su base, situada en torno a los 1800 metros de altura, un lugar de descanso y alivio para muchos, de paseos entre lagunas heladas y laderas escarpadas, donde la compañía del viento siempre estaba asegurada. El paisaje aquí arriba había cambiado. Atrás quedaron caminos de roca y arena de pendientes moderadas, riachuelos salvajes, abetos y pinos junto a bajo matorral, hogar de multitud de aves. 

Los Tatras son una cadena montañosa en la frontera entre Eslovaquia y Polonia, en la región de Prešov, muy cerquita de la ciudad de Poprad. Con más de 17 picos de más de 2500 metros, son parte de los Cárpatos Meridionales, las únicas cadenas montañosas de carácter alpino. Hoy en día toda la zona es conocida, entre otras cosas, por los deportes de invierno y las numerosas estaciones de esquí.





Todo el mundo en Eslovaquia conoce Tatras, y todo eslovaco que escucha pronunciar su nombre sonríe y saca pecho. Son palabras mayores, una región del país querida, no sólo por su belleza, sino también por su vida, las leyendas en torno a ella y las historias de superación que rondan sus suelos. Un lugar que la naturaleza ha deseado vestir así.


Twitter Delicious Facebook Digg Stumbleupon Favorites More

 
Design by Free WordPress Themes | Bloggerized by Lasantha - Premium Blogger Themes | GreenGeeks Review