Su sonrisa se fue apagando al mismo tiempo que los primeros
paraguas se iban abriendo. Pero ahí se mantuvo. Sin moverse y ataviado con su
traje de época, aquella época donde los palacios y castillos eran coto privado.
Resulta curioso que sirvan ahora esas ostentosas y pomposas fachadas de tela
para ganarse unas monedas y no para diferenciar clases.
A los pies de la fortaleza de Hohensalzburg , pese a la
persistente lluvia, el circo alrededor de la figura de Mozart seguía funcionando.
¿Perfume? ¿Camisetas? ¿Tazas para el desayuno?
Piensa en un souvenir con la cara del compositor estampada en él y acertarás. El
negocio de Salzburgo, anzuelo de miles de turistas con ganas de demostrar que
ellos estuvieron allí, donde nació aquel cuyas sinfonías sonaban a poesía.
Salzburgo no vive ajena a todo esto. En la ciudad parecen
quedar ya muy lejanos aquellos años donde no había el asfixiante bombardeo mediático
del negocio. Pero, ¿Cuál de las capitales europeas queda ya sin esta enfermedad?
Amante de lo salvaje y caótico, Praga, Venecia o Viena han sido recientes tristes
ejemplos de ello. Toca disfrutar de vosotras sin el aroma de los libros de
historia. Y se echa de menos. Mucho.
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