Ya lo he vivido antes todo esto. Es familiar pese a no conocer el destino final. Resulta curioso.
Pese a estar en otro país, sus rostros, voces y conducta desprenden tintes de pasado muy reciente. No en vano estuvieron unidos a sus hermanos eslovacos durante muchos años. Por eso, cuando vas en el añejo tranvía, cuando vas a comprar un libro a cualquier librería de barrio o caminas atravesando céntricas galerías, la atmósfera es siempre la misma, sobria, cargada de misterio, llena de miradas que hablan y silencios que incomodan. Toda una ciudad jugando a películas de espías.
En 2012, Praga destaca por ser uno de los primeros destinos
turísticos europeos. Cuando empecé a caminar por el puente de Carlos y ví
aquella legión de asiáticos con cámara en mano, ya supuse que cualquier
sensación de ciudad pasada sería una utopía. Adiós misterio, adiós espías.
El tiempo de Praga es muy impredecible estos días, de
repente hace mucho calor como te cae una tromba de agua. Forma parte de la
divertida experiencia en esta ciudad adivinar que tiempo va a hacer durante la
jornada. Por supuesto que no acerté con la vestimenta en toda mi estancía en la
República Checa.
Entre marionetas, pequeñas tiendas de absenta, matrioskas y
músicos callejeros, un correo electrónico que me cambiaría todo. ¿Está el futuro escrito? El próximo
curso escolar también estaría en la Europa del este, esa que se quedó a medio conocer el año pasado, aunque esta vez de
profesor titular bajo el techo de un colegio bilingüe. Todo un desafío del cual
no he podido escapar.
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