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25 mayo 2011

Día 227. Historias de Portsmouth

(relatos desde la costa sur inglesa que llegaron a mis oidos un 27 de abril del 2011)



Si hubiera sabido los pocos días que me quedaban viajando por el Norte de Europa, seguramente las sensaciones y vivencias hubieran sido algo diferentes. Habría estado más acelerado e inquieto, menos pasivo y contemplativo. No habría parado a descansar tan frecuentemente, no habría disfrutado tanto del paisaje por esa maldita ansiedad que se crea al ver un final. Mi ignorancia me hacía disfrutar relajado del puerto de Portsmouth y la Spinnaker Tower, sentado en un viejo banco de metal junto a mi compañero de viaje.






Desde el año 2005, el horizonte de la costa había cambiado. En las proximidades del viejo astillero, cargado de infinidad de historias navales, una nuevo relato había irrumpido con fuerza, más ambicioso y egoísta, sin ninguna carga heroica ni grandiosa. El tiempo avanza sin compasión, y termina devorando casi todo; en esta ocasión, el puerto de Portsmouth había sido la víctima, con un lavado de cara tan futurista como polémico.

La historia reciente de la zona hablaba irremediablemente de la torre de acero de 170 metros de altura, la Spinnaker Tower, un símbolo de modernidad del sur de Inglaterra que representa la vela hinchada por el viento de un velero, un diseño similar al Burj Al Arab de Dubai. Pensada su apertura para coincidir con las celebraciones del nuevo Milenio, los continuos retrasos y los problemas de financiación hicieron que hasta hace 6 años no pudiera ser inaugurada. “La Torre del Milenio” había llegado tarde a su cita.





En su base, historias menos llamativas pero más interesantes se mezclaban entre anzuelos, redes y anclas. El puerto de esta ciudad aún tenía mucho que contar. El HMS Warrior era un vivo ejemplo de ello. Construido por estos lares en el siglo XIX, fue el primer buque de guerra blindado de la Armada Real Británica, un verdadera obra maestra naval de la época y un aviso para sus vecinos franceses. Nunca los mares había visto surcar sobre sus aguas algo tan grande, rápido y tan fuertemente armado. Un orgullo para una población que los años lo habían convertido en pieza de museo.





Con la torre a la izquierda y el barco a la derecha, la postal que visualizaba era tan bella como original.

- ¿Sabes? – le decía a Manuel sin apartar la vista del puerto – estoy seguro que algún día me cansaré de viajar, pero ahora mismo es lo que más me gusta.

Durante unos minutos, bajo esa tranquilidad que aportaba el litoral, deje escapar el pensamiento. En el fondo, cada ciudad o pueblo que visitamos termina siendo parte de nuestra historia, nuestro libro cargado de páginas en blanco que tenemos que rellenar. Y cada relato del lugar que visitamos, parte de nuestra cultura y aprendizaje. Lo que se suele llamar vida.



(la torre, el barco, y todo lo más destacado de Portsmouth, a máxima resolución, pinchando como siempre AQUI)

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