La vida es tremendamente caprichosa. Hace aproximadamente un año, Juanki y yo, en compañía de más amigos, planificábamos en una cafetería de la facultad la posibilidad de irnos una temporada a vivir al extranjero e intentar echar raíces fuera de nuestro país. Principalmente por aprender un idioma, por mejorar nuestra situación laboral, por llenar nuestro saco de la vida de nuevas experiencias, y por que, al fin y al cabo, los dos somos dos culos inquietos que nos encanta viajar y conocer mundo.
Antes de volver Pablo para España, decidimos los dos acercarnos un par de horas a Londres para hacer una visita relámpago a Juanki. Un año después, el reencuentro ha sido en otra cafetería, pero esta vez fuera de nuestro país, y con las primeras piedras de un proyecto tan ambicioso como fascinante. Y lo mejor de todo es que no hemos perdido ni una sola pizca de ilusión en todo este tiempo, seguimos desprendiendo la misma energía por aprender del mundo y poder conocerlo. Diría que incluso hemos ganado y reforzado esa idea.
Antes de volver Pablo para España, decidimos los dos acercarnos un par de horas a Londres para hacer una visita relámpago a Juanki. Un año después, el reencuentro ha sido en otra cafetería, pero esta vez fuera de nuestro país, y con las primeras piedras de un proyecto tan ambicioso como fascinante. Y lo mejor de todo es que no hemos perdido ni una sola pizca de ilusión en todo este tiempo, seguimos desprendiendo la misma energía por aprender del mundo y poder conocerlo. Diría que incluso hemos ganado y reforzado esa idea.
No es la primera vez que piso Londres, y seguramente no será la última. Recuerdo que la primera vez que pise la capital de Inglaterra venía de Islandia, y el contraste fue brutal. Venía de una capital pequeña, tranquila, sin apenas ruidos, todo lo contrario que Londres, enorme, bulliciosa, atronadora. Esta vez las sensaciones fueron muy diferentes. Por el duración, por la compañía, por la época.
Mientras nos contábamos nuestras “batallitas”, paseamos por el barrio chino, adornado con guirnaldas coloradas y multitud de esculturas de origen asiático. Esta situado en la zona del Soho y encuentras numerosos restaurantes chinos, panaderías, supermercados, tiendas de souvenir… un área puramente comercial, donde muy pocas personas viven allí en realidad.
Paseamos por mercados y avenidas cargadas de teatros y artistas callejeros, que hacían las delicias de tanto grandes como pequeños. Y al igual que aquellos visitantes que no disponen de mucho tiempo, terminamos a la orilla del Támesis, bajo el Palacio de Westminster, lugar en el que se reúnen las dos cámaras del Parlamento del Reino Unido y mundialmente famoso por su torre con el reloj.
¿Y el año que viene? ¿En que ciudad estará la cafetería donde volvamos a encontrarnos? Quién sabe, pero lo que es seguro es que no dejaremos que pase un año sin volver a vernos...
(dedicado a aquellos aventureros que no sacian nunca sus ganas de conocer este mundo; mientras, pueden saciar su curiosidad viendo las fotos de esta rápida visita, todas a máxima resolución, pinchando AQUÍ)
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