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20 noviembre 2010

Día 69. Identidad propia

(una visita a la ciudad de Liverpool que se realizó un 19 de Noviembre de 2010)


La niebla que estos días ha traído de cabeza a los controladores aéreos y personal de los principales aeropuertos de Inglaterra fue la que me dio la bienvenida a la estación de Liverpool Lime Street. Detrás de ella, un sol espléndido que pudo pasearse por las calles las primeras horas de la mañana.






Algo tiene Liverpool que la hace ser diferente al resto de ciudades inglesas. A lo mejor es esa fiebre Beatle que contagió a toda la población y no tiene cura. O su ubicación. O yo que sé. La cuestión es que es diferente. Mi casero ya me lo advirtió un día antes.

- Los de Liverpool tienen otro acento, son algo raritos – decía – y siempre te hablan con una sonrisa en la boca.

El primero que pasó el examen fue el dueño de una cafetería cercana a la estación. Le pillé abriendo el establecimiento. No sonreía apenas, no abrió la boca salvo para interminables bostezos, y justo antes de colocar el letrero de la puerta de abierto, puso un CD de música ochentena a todo volumen en los altavoces exteriores del local, dando sus buenos días particular. Por lo menos, más ruidoso que la media si que era.


Liverpool terminará tan alocada como el resto de grandes ciudades, pero tiene una identidad tan marcada que siempre parecerá que no existe tal locura.




Históricamente, la ciudad ha vivido del mar gracias al estuario del río Mersey, siendo actualmente el segundo puerto de Reino Unido en volumen de exportaciones. En el siglo XVIII, el comercio con las Indias Occidentales, con la Europa continental y el tráfico de esclavos en el Atlántico promovió su expansión económica. A principios del siglo XIX, el 40% del comercio marítimo mundial pasaba por los muelles de Liverpool.

Hoy en día, en el puerto también vive del turismo. La popularidad de los Beatles y del equipo de fútbol han convertido Liverpool en un destino turístico de primer nivel. Dando un paseo por la costa es fácil encontrar puestos que te ofrecen paseos en ferry para poder disfrutar desde el agua de una hermosa vista panorámica de la urbe. Destaca el edificio Royal Liver Building, de 50 metros de altura, donde en su cúpula se hallan las estatuas de dos liverbirds, aves símbolo de la ciudad. Una leyenda dice que si los liverbirds echaran a volar, Liverpool dejaría de existir.





Tenía curiosidad por ver la quinta catedral más grande en el mundo, siendo el mayor templo anglicano del planeta. Tras pasear por un barrio chino algo desangelado, la gigantesca torre marcaba el territorio, con más de 100 metros de altura. Todo esta construido a lo grande, y acceder al interior supone corroborar lo insignificante que somos junto a ella. Las paredes de piedra arenisca, fusionadas con el vivo color de sus enormes cristaleras, crean una ambientación única a lo largo de sus 9.687 metros cuadrados.





Existe otra catedral en la ciudad, más moderna, que nada tiene que ver en apariencia con esta (parece una nave espacial, con perdón).


No me he olvidado de ellos. Es imposible olvidarse de ellos estando en Liverpool, ya que numerosos carteles, estatuas, souvenirs… te los recordaran una y otra vez. Anduve hasta Mathew Street, la cuna de los Beatles, el lugar donde nació la banda y donde miles de seguidores acuden todos los años enamorados por sus canciones. Allí se sitúa el Cavern Club, el pequeño y famoso bar ubicado en el sótano de un almacén victoriano desde 1957. Entre marzo de 1961 y agosto de 1963, el grupo actuó nada más y nada menos que 292 veces allí.





No falto la foto con John Lennon, una de las últimas antes de despedirme de este lindo lugar.


(post dedicado, como no podía ser de otra forma, a mis amigos Eze y Nati, que me han dado una de las mejores noticias del año ¡¡¡Enhorabuena!!!; todas las fotos de Liverpool, con y sin Beatles, a máxima resolución, pinchando AQUÍ)

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