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21 noviembre 2010

Día 70. El patio de recreo inglés

(un emplazamiento cargado de ocio y tiempo libre que viví con especial ilusión un 20 de Noviembre de 2010)


Por las cercanías del tiovivo no para de sonar un reiterado estribillo, una música pegadiza acompañada por la voz de un simpático locutor, que insiste una y otra vez en lo bien que me lo pasaré montándote en los caballitos. Huele a algodón dulce, ese de color rosado que me recuerda días festivos. Huele a mar, a un verano que parece no querer abandonar nunca la localidad. Veo sobre mi cabeza numerosas gaviotas, que disfrutan planeando sobre las lagunas cercanas, al mismo tiempo que traviesos críos circulan con sus bicicletas sin control por coquetos puentes de madera. Oler, oír, ver… los sentidos están a pleno rendimiento.

Nunca había visto lucir tanto el sol en Inglaterra como en Southport, incluso eso llegó a ser perfecto el día que visité esta tierra destinada al ocio y disfrute.





Abandoné la ciudad de los Beatles bajo neblina y con algunas dudas sobre mi próximo paradero. Un autobús, la línea X2, se encargaba de comunicar todas las poblaciones cercanas a la costa oeste desde Liverpool a Preston. Su trayecto termina convirtiéndose en un monólogo de acomodadas urbanizaciones y verdes terrenos, salvo cuando llega a las inmediaciones de Southport.


Southport se encuentra en la costa del Mar de Irlanda del Norte, cerca del estuario del Ribble, y a 26 kilómetros al norte de Liverpool. La ciudad fue fundada hace dos siglos, cuando un edificio fue construido en una zona escasamente poblada y dominada por las dunas de arena. Poco a poco el lugar se hizo popular entre los turistas debido a su fácil acceso (el canal de Liverpool estaba próximo) y la ciudad creció rápidamente, coincidiendo todo ello con la revolución industrial y la era victoriana.




Hoy, Southport te recibe risueña, jovial, manteniendo su arquitectura victoriana y su formula de ocio que funcionó en siglos anteriores. Una formula que se sustenta en la naturaleza, en el deporte, en los tiovivos y montañas rusas, en la alimentación y los largos paseos por la costa. Incluso las compras se hacen atractivas aquí, con su avenida principal sacada de una película de principios de siglo XIX.





Una de las principales atracciones de Southport fue durante muchos años Pleasureland, un parque de atracciones creado en 1912. Aunque ha perdido bastante con el paso del tiempo, continúa haciendo las delicias de los más pequeños con diversos carricoches y un minigolf.




Sin duda, el muelle continúa siendo el mayor atractivo de la ciudad, una alargada estructura de hierro y madera que se adentra todo lo que puede en el mar. Es el segundo más largo de Reino Unido y se le conoce como "muelle de placer", por los maravillosos atardeceres que regala desde hace 150 años. Un tranvía lo recorre de punta a punta para aquellos visitantes algo más vagos, pero vale la pena recorrer despacio sus 1110 metros, el espectacular paraje bien vale ese pequeño esfuerzo.




Es curioso. Por mucho que viajes, siempre encontrarás nuevas ciudades y parajes que te sorprendan y te arranquen una sonrisa sin ninguna dificultad. Gastaría toda una vida en Southport, pero… ¡Me queda tanto por ver!


(todas las fotos de este fabuloso rincón, con todo su color, pinchando AQUÍ)

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