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09 mayo 2011

Día 223. Caen, contra todo pronóstico

(un conjunto de monumentos históricos al estilo francés que se dieron cita en la ciudad de Caen un 23 de abril de 2011)



Era sorprendente el calor que hacía, más propio de mi tierra que del norte de Francia. Paramos a descansar en unos escalones de piedra situados en la base interior de los muros del Castillo. Daba sombra y se agradecía.






Acabábamos de visitar el Castillo Ducal de Guillermo el Conquistador, un recinto que albergaba varios museos y la iglesia de Saint-Georges, transformada en sala de exposiciones temporales, con esculturas que rompían la delgada línea de la originalidad para convertirse en absurdas. Desde allí, asomándote desde cualquier torreón, se podía disfrutar de vistas espectaculares de la ciudad. En primer término, la iglesia de Saint-Pierre, que aunque estaba parte de su fachada en proceso de restauración no perdía un ápice de belleza, y entre la jungla de bajos tejados oscuros y delicadas chimeneas, sobresaliendo con autoridad, la abadía de los Hombres, de donde veníamos.



Saqué de la mochila un plano de Caen y me puse a trazar en él rutas imaginarias.

- Salimos de aquí, hemos recorrido todo esto… – continúe avanzando con el dedo por el papel - ¡no esta nada mal para unas cuantas horas!
- No, nada mal- secundó Manuel.

No era tan grande la ciudad, pero la ubicación del hostal hacía que tuviéramos que caminar un buen trecho antes de alcanzar el centro histórico, antes de alcanzar la iglesia de Saint-Étienne, la primera gran edificación que nos recibe.
La abadía de los Hombres (actualmente iglesia abacial de Saint-Étienne o San Esteban) es una de las dos grandes abadías, junto con la abadía de las Damas, fundadas en Caen por Guillermo el Conquistador en el siglo XI. Los restos más antiguos de la misma se corresponden al estilo llamado de arquitectura normanda, una variante de la arquitectura románica. Un paseo por la Plaza de Louis Guillouard y las explanadas cercanas sirve para comprender las dimensiones de esta construcción y su esplendor, intacto con el paso del tiempo por fortuna.







Y es que fue un lugar afortunado, ya que pudo escapar de los bombardeos que asolaron Caen en 1944, causando la muerte de miles de personas y la destrucción del 70 % de la ciudad. La Segunda Guerra Mundial también dejó aquí una profunda cicatriz difícil de olvidar. La reconstrucción dio lugar a la creación de grandes avenidas rectilíneas, bordeadas por edificios de unas cinco plantas de toque tradicional.







Pese a seguir azotando el sol, era el momento de continuar. Guardé el plano y nos despegamos de las murallas del Castillo. La ciudad aún tenía muchos rincones capaces de crear admiración, y su sello de identidad, marcado por sus tranvías, sus casitas de tejado oscuro en pendiente, su colección de añejas iglesias y su repertorio de quesos, terminaría dejando huella. Una agradable sorpresa.



(todas las fotografías de este bella ciudad francesa, a máxima resolución, pinchando AQUÍ )

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