El agua está demasiado fría como para meterse, pero se agradece pasar un rato en la arena tomando el sol. No hace falta bañador, ni chanclas, ni mucho menos toalla y sombrilla. La vestimenta es lo de menos para llegar y tumbarte. Camisa y pantalón largo de marca es lo más visto. ¿Demasiado peligroso para tu economía? Siempre puedes cambiarte en una de las muchas casetas de madera que se extienden por la línea de costa, comprando antes cualquier prenda más cómoda. Eso sí, que no se te olvide el helado, de todos los sabores y colores, conseguido en una de las muchas heladerías que inundan las calles. El paladar lo agradecerá mientras disfrutas de tu día de playa.
Día de mercado en la explanada pegada al puerto costero. Los comerciantes hacen su agosto mientras a su alrededor terrazas y atracciones de feria aprovechan para también captar clientes, clientes que buscan en su tiempo de ocio algo más que unas compras. Aunque si eres de los que prefiere comprar y llegar pronto a casa, disfruta en el apartamento o barco de tus nuevas adquisiciones, que nada interrumpa ese momento.
El atardecer pega a la puerta y que mejor forma de regocijarse con él que dar un paseo por el costa, ya sea andando, o en el pequeño tren turístico que recorre de punta a punta la población. Si te gustan actividades más dinámicas, lo tuyo es el club de tenis, de hípica, o de vela y submarinismo, donde podrás soltar adrenalina y prepararte para una larga noche.
Una noche cargada de restaurantes y terrazas que pondrán a tu disposición la mejor comida francesa, el aperitivo para entrar en el casino, el edificio por excelencia de la medianoche, donde podrás poner tu dinero al servicio del azar. El entretenimiento esta asegurado, y siempre te quedarán luego los pubs y discotecas, lugares donde dejar lo ganado en cócteles o ahogar el infortunio en alcohol y posteriores bailes. Porque al final siempre te debes sentir ganador en Trouville.
Así fueron las sensaciones que me dejó Trouville-sur-Mer, una población francesa de la Baja Normandía acostumbrada a un turismo de alto poder adquisitivo, tranquila en apariencia pero incapaz de ocultar su estatus, reflejado en el tamaño de las hermosas viviendas unifamiliares, lujosos barcos y modernos deportivos. Un lugar muy diferente de la costa oeste de Normandía, menos salvaje, más prohibitiva. Ocio a la francesa.
(disculparme por la tardanza en publicar, a ver si consigo recuperar mi ordenador de la UVI y ponerme al día; mientras, disfruten con las fotos de esta región, a máxima calidad, pinchando AQUÍ)


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