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02 diciembre 2010

Día 81. La era glacial

(una tormenta blanca que apareció un 1 de Diciembre de 2010 y que continúa sacudiendo sin piedad las islas británicas)


La felicidad de entenderlos y ser entendido. Así es como, quitando el alubión de postales invernales, podría titular estos últimos días. No puedo evitar mostrar esa media sonrisa pícara cada vez que me hablan y comprendo el significado de ese montón de sonidos que antes me parecían inconexos. No puedo evitar mostrar la otra media sonrisa pícara cada vez que me explico en su idioma y asienten con la cabeza o me responden, confirmando que me he expresado correctamente. Últimamente me paso todo el día sonriendo. Después de dos meses empiezan a verse los resultados, y eso me hace muy feliz. Tan feliz como ver mi primera nevada.




Nunca había visto una nevada. Esta se produjo hace un par de días, mientras estudiaba en la habitación, con la calefacción a pleno rendimiento y el gato jugueteando con los cordones de los zapatos. A través del cristal de la ventana empezaron a verse caer los copos de nieve, bellos danzarines en el aire que parecían mostrarse indecisos por saber donde ubicarse finalmente. La primera nevada tiene algo de místico, algo mágico que hace que todo se detenga por un instante para observarla en silencio.




Esa primera nevada acompañó a otras más copiosas, llegando ayer a registrarse temperaturas mínimas de -18º en algunos puntos de Reino Unido, y dejando estampas invernales registradas poco frecuentes en el mes de noviembre.

Pero además de paisaje, la nieve ha traído consigo perturbaciones en el tráfico en algunas zonas de Escocia, donde se han visto obligados a cerrar escuelas, restringir vuelos y trenes, y extremar las precauciones en carretera y en las calles.





Con este temporal de frío y nieve, he tenido que suspender alguna que otra excursión que tenía prevista hacer en los próximos días. Entre otras cosas, porque después de caer la primera nevada y bajar drásticamente el mercurio del termómetro, me dí cuenta que tenía ropa de invierno, pero no para este tipo de invierno. Así que el dinero destinado a fines culturales fue directo a rellenar mi fondo de armario: un enorme abrigo, un grueso gorro polar y unos guantes que no te permiten cerrar la mano.




Todo blanco. Todo diferente durante las próximas semanas. Equípense como hago yo, que el invierno tiene pinta este año de ser algo frio.


(y aún así, sigo viendo a mi vecino paseando por el jardín en mangas de camisa; hay cosas que la ciencia nunca podrá explicar sobre el gen inglés)

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