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04 marzo 2012

Día 530. Un paseo por las nubes

(un recorrido por la cara sur de Austria que realizé a toda máquina un 16 de febrero de 2012)



El sonido del rápido golpeo de sus dedos sobre el teclado fue la nota predominante a lo largo de toda mi estancia en aquel compartimento. Mientras el tren subía montañas, las bajaba, atravesaba interminables túneles y circulaba a lo largo de viejos puentes de piedra, el chico de pelo rasta y gafas apenas desvió su mirada de la computadora. Incluso cuando saqué la cámara y empecé como un loco a fotografiar el paisaje no tuvo la más mínima curiosidad por saber que me llamaba tanto la atención. Su viaje iba por otras vías.






Por mis vías, el tren llegaba por momentos a tocar las nubes. Enormes masas verticales de roca se alzaban a mi alrededor desafiando en ocasiones las leyes de la gravedad, vestidas de blanco en su mayoría, pobladas de vegetación y salpicadas con pequeños refugios de otras épocas. Cada cierto tiempo el camino se compartía con un río, salvaje, no muy ancho pero de vivas aguas, que iba abriendo camino entre aquellos gigantes.



Gigantes que un día alguien llego a bautizar con el nombre de Alpes. Importante cadena de montañas situada en Europa central, los Alpes Orientales abarcan la cordillera hacia el este y el sur, es decir, el Tirol, los Alpes Julianos y los Dolomitas, llegando las últimas elevaciones en esta dirección hasta las primeras de otro gran macizo, los Cárpatos.

La mayor parte del territorio (un 70%) de Austria queda dentro de la sección oriental de los Alpes. Estos Alpes orientales que van desde el Rin superior hasta la llanura húngara cruzan el territorio de oeste a este y alcanzan alturas de más de 3.000 metros.





Llegó un momento que el click de mi cámara empezó a hacerle la competencia al tecleado de mi joven acompañante.

El viaje desde Bratislava a Liubliana llega a resultar más complicado de que puede mostrar un mapa. Teniendo que hacer escala en Viena, el trayecto en tren dura desde la capital eslovaca unas siete horas y media, pero recibes a cambio un hermoso premio para la vista, que no es otro que poder vislumbrar a través de la ventanilla la cara sur de los Alpes, uno de los más bellos escenarios montañosos del planeta.



(la velocidad del tren, el reflejo del sol y la suciedad del cristal hicieron estragos en las fotos, no pudiendo publicar en el blog ni una décima parte del increíble atractivo de este paraje; toca echarle un poco de imaginación)

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