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10 octubre 2011

Vivencias (III). ¿Cruzamos?

Tic… tic… tic… tictictic…

Fue lo primero que aprendí al llegar al país. Cuando me disponía a cruzar la calle por un paso de cebra sin semáforo, la mano de mi compañera de trabajo me lo impidió. Aquí el peatón no tiene preferencia. Hay que esperar a que no vengan vehículos, o bien que estos decidan “amablemente” parar y cederte el paso.

Tic… tic… tic… tictictic…

El sonido se repite en cada esquina, allá donde haya un semáforo cerca. Cuando parece que el tintineo nunca cambiará su ritmo, acelera en cuestión de segundos hasta no tener descanso. Su desatada locura significa que puedes cruzar la calle, y rápido.

Si no los escuchas, siempre podrás verlos. Porque estas cacatúas urbanas suelen estar colocadas en coloristas farolas y señales de tráfico la mayoría de las veces. Kosice es un buen ejemplo de ello. Sus farolas se visten de amarillo y azul, y dan a la ciudad un baño original de color. Resulta divertido pasear por sus calles, una coctelera de sonidos y color por cuya irregular calzada cubierta de cables circulan metrobús, autobuses, tranvías, coches particulares, ciclistas, y todo lo que se te pase por la imaginación que tenga mínimo dos ruedas o vaya por raíles. Demasiadas cosas capaces de atraer mi atención como para tener que cruzar una carretera eslovaca.

Tic… tic… tic… tictictic… ¿Cruzamos?


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