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11 octubre 2011

Día 378. Tranquilo, es sólo Viena

(un pastel en forma de ciudad que devoré sin pausa un 19 de septiembre de 2011)



La Plaza de San Esteban era pasto a esa hora de la mañana de una ferviente actividad.

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Una bocana de metro te conducía directamente a la plaza, y a una primera visión de la Catedral de San Esteban (en alemán Domkirche St. Stephan, abreviado popularmente como Stephansdom) que posiblemente sea la que quede en la retina en primerizos como yo en visitar Viena. Alrededor del templo, la más absoluta anarquía, con turistas cargados de dinero fresco sin saber muy bien a donde mirar, y vendedores vestidos de época con rizadas y blancas pelucas capaces de cualquier cosa por conseguir esas monedas. Todos andando al mismo tiempo sin saber muy bien su dirección. Como pollos sin cabeza, dirían en mi tierra.







Las gárgolas colocadas en el exterior del templo parecían mirar tranquilas y con indiferencia ese ridículo corre, ve y dile de las proximidades. Muy lejos quedaban los tiempos ya en los que cumplían la misión de espantar a los malos espíritus (incluso por aquella época se utilizaba material proveniente de Roma en la construcción del templo, pues se creía que las piedras paganas santificadas les quitaban el poder). Ahora las que parecen traer malos espíritus son ellas, en discordancia con el mundo actual.

Símbolo religioso más importante de Viena, y testigo de multitud de eventos de la historia de Austria, la Catedral de San Esteban se levantó sobre las ruinas de dos iglesias anteriores por el siglo XII. Constituida en su interior por tres naves y numerosos altares, el exterior del edificio destaca por su tejado y las dos torres campanario, al igual que sus impresionantes pórticos de entrada al templo.








Y a partir de aquí, del “kilómetro cero” de Viena, el museo a pie de calle. Y es que fue empezar a andar por las inmediaciones y descubrir verdaderas obras de arte, herencias arquitectónicas y urbanas que ilustran tres períodos claves del desarrollo político y cultural de Europa: la Edad Media, el período barroco y el Gründerzeit. Declarado Patrimonio de la Humanidad, el Centro histórico de Viena lo forman espectaculares edificios como la Iglesia de san Carlos Borromeo o el Burgtheater (Teatro imperial de la corte), prestigiosos museos, asombrosos palacios como el Palacio Belvedere o el Palacio Imperial de Hofburg, multitud de estatuas y esculturas…







Pasear por el Centro Histórico me resulto fascinante, pero al mismo tiempo mareante. Demasiado perfecto todo, demasiados adornos, demasiadas cosas donde poner el objetivo de la cámara. Creo que sufrí un empacho de realeza y turismo sin esperarlo de difícil digestión. Habrá que tomárselo con más calma. Tengo que aprender de las gárgolas.




(no pude aguantar el salto a Austria desde Bratislava y terminé visitando su capital; mientras intento ponerme al día en viajes y acontecimientos, les dejo con las fotos del centro de Viena pinchando, como siempre, AQUÍ)

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