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05 octubre 2011

Día 376. Budapest

no encuentro los paréntesis en este teclado eslovaco, pero si recuerdo la fecha cuando visité esta bella ciudad, un 17 de septiembre de 2011



Un bloque de nueva construcción cargado de resplandecientes cristaleras juega con las originales formas que ofrece el Bastión de los Pescadores. La cegadora luz de un sol de septiembre, que parece no cansarse nunca de regalar temperaturas de órdago, mantiene el bello reflejo en ellos de su arcaica vecina, deseosa de verse guapa y poder presumir. Me percato de ello, pero soy incapaz de encontrar el ángulo idóneo para poder retratarla con la cámara.







Desde este punto, Budapest se hace grande y decide perderse entre las difusas líneas que marcan el horizonte. Con el Danubio en primer término, igual de poderoso pese a la distancia, la ciudad parece tener una sonrisa contenida, aquella que se obtiene cuando estas aprendiendo y, al mismo tiempo, poniendo en práctica el aprendizaje con éxito.

La Budapest de hoy se siente joven pese a los años, colegial, y eso, inevitablemente, crea un efecto dominó en el ambiente que repercute a todos los niveles. Hay espíritu emprendedor y ganas de conocer. Es tiempo en esta parte del planeta para soñar e ilusionarse.




El bastión lleva ese nombre por un grupo de pescadores que defendieron en la Edad Media este enclave. Esta situada en las cercanías del Castillo Real de Buda, y desde allí hay unas vistas espectaculares del Danubio y del Parlamento, posiblemente la edificación más famosa de la ciudad, esa que sale en todas las postales; de estilo neogótico su construcción comenzó en a finales del siglo XIX y contiene la corona de San Esteban, el símbolo del país.






Con cerca de dos millones de habitantes, Budapest es el principal centro industrial, comercial y de transportes del país. Ha sido el resultado de la unificación de varias poblaciones: Buda y Obuda que estaban situadas a la orilla derecha del río, y Pest, situada en la orilla izquierda. Declarado su centro histórico Patrimonio de la Humanidad, cuenta con una infinidad de iglesias, castillos, monumentos antiguos, medievales, museos, galerías, puentes históricos, multitud de estatuas… que hacen que pasear por sus calles sea un continuo disfrute para la vista.








El trayecto en tren fue la guinda a una jornada apasionante, donde tuve la oportunidad de hacer mi primera incursión en Hungría. Una escapada que me resultó demasiado corta, ya que la capital tiene una vida y color espectacular, mucho más de lo que podía imaginar, y bien merecía una estancia mayor.

Todo a su tiempo. Hungría volverá a cruzarse en mi camino, y por supuesto, Budapest.




(ahora si que dí con la tecla de los paréntesis, pero no encuentro la tecla de punto y coma... todas las fotos de mi primera visita a Budapest, a máxima calidad, pinchando AQUÍ)

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