Me acordé al verlas que, hacía cuestión de unos días, había leído algo sobre la forma tan desaliñada y desordenada de vestir británica. En general, para el inglés medio, en su día a día, la moda no entiende de normas ni reglas, de ahí que, cuando abran el armario, se coloquen lo que tengan más a mano.
Así debieron hacer esas dos chicas de pantalones pegados amarillos fosforito y enormes zapatos verdes de plataforma, que paseaban entre risas moviendo sus caderas de manera bastante ostentosa.
- Se ven desde cualquier punto… - comentamos los Mara, Manuel y yo al unísono.
Casi desde cualquier punto. Al minuto desaparecieron tras pasar por debajo de un viejo pórtico de piedra.
Terminamos de almorzar en la plaza principal de Peterborough, dejando el último bocado para las palomas, que agradecieron hambrientas el gesto, y nos pusimos de nuevo en marcha. Ya no había mucha gente transitando por los alrededores, y el tiempo, tan soleado en las primeras horas de la mañana, se empezaba a tornar inestable.
Situada a 121 kilómetros al norte de Londres, la ciudad de Peterborough se encuentra a orillas del río Nene. Con evidencias de asentamientos humanos desde la Edad de Bronce, no fue hasta el periodo anglosajón el establecimiento de la población, que creció rápidamente después de la llegada de los ferrocarriles en el siglo XIX. Esto último la hizo convertirse en centro industrial importante del país, destacando sobretodo por la fabricación de ladrillos. Ladrillos como los que formaban la edificación sustentada por columnas en el centro de la plaza, lugar que sirvió para la venta de mantequilla y aves de corral en el pasado.
Atravesamos la plaza de punta a punta, y justo unos metros más al frente, pasando por debajo de un viejo pórtico de piedra, el mismo por el que habían desaparecido las dos muchachas anteriormente, encontramos el tesoro de la ciudad, su Catedral.
La Catedral de Peterborough esta considerado uno de los edificios más importantes de Inglaterra del siglo XII, conservándose prácticamente intacto desde entonces. Fundado en el periodo sajón, es conocido por su fachada oeste, majestuosa, con tres enormes arcos de estilo gótico perpendicular, en cada uno de los cuales se encuentran las efigies de San Pedro, San Pablo y San Andrés.
Una de las catedrales más bonitas que había visto hasta ahora, sin duda.
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