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14 diciembre 2010

Día 90. El lago Ness

(mitos y leyendas que acompañaron la visita al lago más famoso del mundo un 10 de diciembre de 2010)


Nuestro guía era bastante peculiar. Con marcados rasgos escoceses, le faltaban un par de dientes y aprovechaba cualquier receso de la excursión para dormir. Sus ojos denotaban una última noche complicada, pero cuando se hablaba del lago y el monstruo que habitaba en las aguas, no parecían importar sus pocas horas de sueño. Cada vez que se nombraba al monstruo, nuestro guía despertaba de su letargo.

- La mayoría de los científicos dicen que las pruebas que apoyan la existencia del monstruo no son convincentes, pero han sido demasiados los avistamientos en las últimas décadas, y todos coinciden con la misma descripción: una criatura enorme, de cuello alargado, de cabeza pequeña y dos pares de aletas…

- ¿Usted lo ha visto? – me apresuré a preguntarle.

Una media sonrisa se dibujo en el rostro del guía. No contestó.


Con el sol intentando ganar la batalla a las nubes, llegué junto con mis amigos Armando y Ester al pueblo de Fort Augustus, un pequeño asentamiento situado a la orilla sur del Lago Ness. Tan pequeño que era imposible perderse. El mapa que nos dieron en la oficina de información turística así lo atestiguaba: cuatro calles bien diferenciadas y el lago.





La economía de la zona, como han podido adivinar, depende casi exclusivamente del turismo. Anteriormente a la leyenda del monstruo, la zona era presidida por una antigua fortaleza (de ahí el nombre del pueblo) y varias pequeñas chozas. Hoy en día, con algunas casas más, todo gira en torno al lago y su inquilino: comercios, paseos en barco, esculturas…





El Lago Ness es el segundo lago más grande y el de mayor volumen de Escocia. Discurre desde la ciudad de Inverness en el norte hasta Fort Augustus al sur. Se dice que su parte más profunda puede llegar a alcanzar los 226 metros.

Más allá del legendario monstruo, la belleza que envuelve a todo el paraje es digna de disfrutar. Las aguas, en absoluta calma, servían de espejo al cielo y a los montes más cercanos, lindas colinas pobladas de vegetación que permanecían cubiertas de nieve.




Ahí fui yo, a acercarme a la orilla, con mi metro y pico de altura y mis 92 kilitos, en busca de una criatura de bastantes metros de altura y algunas toneladas. Tres gritos al aire y algún lanzamiento de piedra no fueron suficientes para llamar la atención del monstruo y poder verlo. Luego pensé que posiblemente, con esa actitud, yo tampoco hubiera salido de debajo del agua. Otra vez será.


(todas las fotos de este famoso lugar y su alrededor, a máxima resolución, pinchando AQUÍ)

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