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11 diciembre 2010

Día 88. El duro invierno de Glasgow

(temperaturas extremas que hicieron retrasar un relato que ocurrió un 8 de diciembre de 2010)


Me quité unos segundos los guantes para fotografiar la fuente del parque Green Glasgow, una bella construcción que gracias a la iluminación parecía permanecer en llamas bajo el grueso manto de nieve. Tuve que repetir la fotografía varias veces; bocanadas de calor de mi cuerpo salían a modo de humeantes espíritus en la imagen, enfrentándose de forma kamikaze contra el gélido ambiente. Ese breve tiempo fue suficiente para que los dedos se agrietaran por el frío y se mantuvieran doloridos un buen rato. Al día siguiente me enteraría que esa noche se alcanzaron los -20ºC, sí, repito, -20ºC, en la ciudad. Un record y toda una locura.


Así me recibió Glasgow, como un congelador desordenado y sucio. Las copiosas nevadas de los últimos días habían conseguido paralizar todo el transporte por tierra y aire, y la ciudad se encontraba sumida en un constante esfuerzo por recuperar la normalidad. La nieve acumulada comenzaba a convertirse en barro por las avenidas más transitadas, creando senderos más cercanos a los de una ciénaga que a los de una céntrica metrópoli europea. Y todo esto sin olvidar las peligrosas placas de hielo, esperando tumbar a quien osara caminar sobre ellas.

Todos los planes se trastocaron. El tren que me llevo a Glasgow se retrasó mucho mas de lo esperado, perdiendo parte de las horas de luz entre vagones y vías. Eso supuso quedarme más tiempo en la capital y olvidarme de visitar otros rincones del sur de Escocia.




Glasgow es la mayor ciudad de Escocia y la tercera del Reino Unido después de Londres y mi querida Birmingham. Situada las orillas del río Clyde, contiene el 41% de la población de todo el país, siendo un importante punto neurálgico para el comercio, los negocios, la industria, los medios de comunicación y el transporte.

El área alrededor de Glasgow ha albergado poblaciones humanas durante milenios. La ciudad propiamente dicha fue fundada por un misionero cristiano en el siglo VI. Él estableció una iglesia donde hoy en día se halla la Catedral de Glasgow, constituyéndose los siguientes años el área en un centro religioso.





La mayoría de los lugares emblemáticos y edificios de interés turístico habían permanecido cerrados por las dificultades propias del acceso. La famosa Buchanan Street era recorrida con ciertos apuros, en la Plaza George todos los puestos y atracciones para los mas pequeños se mantenían desiertos, y la Catedral era un almacén de nieve en su base. Un operario que la retiraba en su entrada me coló durante unos minutos al interior del templo.

Nunca había tenido una catedral para mí sólo. Pese a no ser tan espectacular como otras, continua siendo un magnífico ejemplo de arquitectura gótica escocesa y una de las pocas iglesias medievales del país. La historia de la catedral está ligada a la de la ciudad, situándose en la cripta interior la tumba del misionero cristiano que fundo la ciudad.



Así fue mi primer día en Escocia, con sensaciones más propias de las profundidades de Rusia que de las Islas Británicas. Un chocolate caliente y corriendo a buscar un techo y una estufa.




(gracias a mis amigos Armando y Ester, que aguantaron pacientemente en la estación de Glasgow mi llegada pese a las temperaturas; todas las fotos de este día inolvidable, a máxima calidad, pinchando AQUÍ)

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