Castillos. Un pequeño grupo de letras que crea una palabra mágica. Cuantas veces habré echado a volar mi imaginación hacia tierras lejanas, llenas de caballeros, magos, princesas y dragones, donde enormes muros y torreones se levantaban en lo más alto de las colinas. A día de hoy continúan fascinándome esas historias, lo reconozco, sigo disfrutando como cuando era un crío viendo esas fortificaciones y pensando en relatos épicos.
De niño soñaría seguramente con un lugar parecido a Warwick, un pueblo situado en pleno corazón de Inglaterra, a 18 km al sur de Coventry. Aprovechando la visita de Pablo, nos acercamos los dos junto con Juanjo a este singular rincón del planeta, donde el tiempo parece haberse detenido. Las calles mantienen su arquitectura histórica, con bellas casitas con aroma a los Tudor, a los pies de un majestuoso castillo, dueño y señor de todas las miradas.
Pasar unas horas recorriendo Warwick es como leer un libro sobre la Edad Media. Según los entendidos, Warwick fue fundada allá por el año 914 a orillas del Avon, mientras se construían las defensas contra la invasión vikinga, la base de la futura fortaleza del pueblo.
El castillo es uno de los más antiguos de Inglaterra. Hoy en día es una de las más populares atracciones turísticas de la región, reuniendo miles de visitantes todos los años, pero siglos atrás era vivienda de condes y demás nobleza acomodada, que disponían de todos los lujos de la época: una pequeña capilla, cocina, horno de pan, cervecería, alojamientos para la tropa, establos para los caballos, herrería, armería…
Es un lugar cargado de efemérides. Quizás lo más famoso sea el incendio de 1694, una tormenta de fuego que duró seis horas pero que devoró la mayor parte de Warwick, construida con casas de madera con techos de paja. La Iglesia de St. Mary's fue gravemente dañada por el fuego, cuya intensidad fue de tal magnitud, que el plomo, desde el techo, e incluso las campanas, se derretían con el intenso calor. La buena noticia es que ninguna persona falleció a causa del incendio.
Creo que ya se lo que voy a hacer. Suelto la mochila, la cámara de fotos, y me cojo una armadura, una espada y un caballo. Teniendo el castillo a mi lado, ya sólo me falta… la princesa.
(todas las fotos de este cuento medieval, a máxima resolución, pinchando AQUÍ)
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