Bajo el sol del sur, la subida por la duna se hace
mas pesada, pero al llegar a la cima uno comprende que ha valido la pena.
Rodeado por un pinar que parece surgido de un cuento, las vistas te hacen
sentirte en paz. En la acuarela que observo se mezclan el azul intenso del mar
con el azul difuminado del cielo, el verde reluciente de la vegetación con el
marrón claro de la arena, todos ellos en armonía deleitando los sentidos. Hacia
el interior, cruzando varias vallas de madera que retienen la duna, se
encuentran las ruinas de Baelo Claudia, bloques de piedra con mucha historia que
conocen de sobra el temporal de Tarifa.
Hoy Playa Bolonia esta prácticamente desierta,
únicamente la pueblan un grupo de surfistas y un jinete que pasea a caballo.
Lugar de peregrinación de los enamorados de la naturaleza, es considerada una de
las playas vírgenes con mayor encanto de España. Y allí estoy yo, tumbado sobre la
duna, con una camiseta cubriéndome la cabeza, tomando un sol que no parece
faltar nunca.
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