Ahora vuelvo a recordarlo. Ahora recuerdo el por qué.
En la tienda de golosinas que hace esquina ha vuelto el
sabor de ese dulce caramelo que un día probaste y te enamoró. Hoy la tienda ha
cambiado, su fachada es distinta, los estuches donde se guardan,
el dependiente, los precios. Todo es diferente salvo ese determinado sabor.
Junto a las viejas golosinas se han incorporado nuevas, de
formas y tamaños diversos, bañadas de chocolate blanco o negro, esponjosas,
duras como una piedra, picantes hasta no poder articular palabra. Terminas
cayendo en la tentación, y las pruebas, y algunas te gustan, incluso repites, y
otras las acabas sin aún haberlas terminado de probar.
Pero entre todas, y mirando en aquellas veteranas, la de
nueva sonrisa pero vieja receta sigue llevándote a su terreno. Por encima de
todas, ella. Puedes estar años sin comerla que un primer bocado te devuelve
todo lo que deseas. Mezcla de envidia e indiferencia para las nuevas,
inexplicable entre el resto de la antigua escuela. Un único pero importante
detalle: esa que te gusta sigue teniendo muestra, pero no esta en venta.
Después de este periodo, de vivencias eternas pero de
distancia temporal corta, todo ha cambiado excepto lo que querías que cambiara,
y pese a recorrer todo un continente, sigues sin poder alcanzar unos cuantos
milímetros de distancia.
Olvídala, te dicen el resto de golosinas.
29 mayo 2012
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