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25 marzo 2012

Día 545. Latidos de Zagreb

(breves impresiones desde los Balcanes que acaecieron un 2 de marzo de 2012)



Un par de plátanos, unas manzanas y unas peras fueron el motivo de discusión de una joven con el frutero. Ella agitaba los brazos violentamente de arriba abajo al mismo tiempo que era recriminada por el vendedor con palabras subidas de tono. Nada fuera de lo común, parecía decir la plaza, donde la frenética actividad enmascaraba cualquier disputa, venta o sonrisa. Alrededor de aquella céntrica plaza todo se movía mucho más rápido, y se terminaban escapando demasiados detalles.






Un par de calles fuera del alcance del alboroto, un hombre de poblado bigote lanzaba migajas de pan a las siempre hambrientas palomas. Unos muchachos con idénticas mochilas a sus espaldas lo observaban sentados sobre los escalones de una rotonda, justo en frente de la catedral. El histórico edificio cubría a ambos de sombras, albergando a esa hora en su interior la misa diaria matinal.






Rezos interminables esperaban en la Puerta de Piedra, un estrecho y oscuro pasaje convertido en zona de culto.

Testimonio vivo de los primeros orígenes de la ciudad, existe una leyenda en la que se cuenta que en tres siglos atrás una impresionante ola de incendios azotó esta parte de la ciudad, destruyendo todas las casas adyacentes a la Puerta de Piedra, excepto esta y una pintura de Jesús y María que se había elaborado allí años atrás, considerándolo milagroso los habitantes de Zagreb.

Al atravesarlo de punta a punta, chocabas con una pequeña multitud de fervientes creyentes, todos con rosario en mano, absortos en sus pensamientos, mirando de pie había la misma pared cubierta de figuras, flores y placas indescifrables. Posiblemente el punto de inflexión de mi estancia en Croacia.





En la parte alta de la ciudad o Gornji grad, tras abandonar el funicular y dejar atrás la Torre Lotrscak, una alargada avenida de desgastados adoquines conducía a la Iglesia de San Marcos, uno de los símbolos más queridos de la población, con los escudos del país dibujados en el techo y apuntando al cielo. Alrededor de ella, una pasmosa paz, solo rota por dos turistas japoneses que deambulaban por el lugar, Las banderas ondeaban en las fachadas adyacentes sobre una plaza fantasma.






Cargada de energía contenida. Así recordaré mi primera incursión en Zagreb, la capital y ciudad más grande de Croacia. Como si de un enorme corazón en reposo se tratara. Desde una de las fachadas que miran hacía aquel ruidoso mercado callejero, los dibujos de unos corazones con el nombre de la ciudad parecen indicar de donde proceden esos latidos.



(más que la propia ciudad, la visita termino guardando en mi memoria a sus habitantes, con una seriedad, vitalidad y pasión que marcan el carácter de esta bella tierra)

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