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21 octubre 2011

Dia 387. Amarilla y azul

(la reina de las poblaciones del este de Eslovaquia me abrió sus puertas un 28 de septiembre de 2011)




Partiendo de la cara sur de la catedral, todo son prisas. Faltan sólo unos días, y la avenida principal debe ser un río de color amarillo y azul. Largas cuerdas con decenas de banderillas son colocadas acrobáticamente por operarios de ayuntamiento, uniendo sus extremos a fachadas, farolas y todo aquello lo suficientemente firme que pueda mantener un nudo. En un lateral, dando la impresión de querer pasar aun desapercibido, un escenario recibe los últimos retoques a la espera de coronar a los campeones de la maratón.




La fiesta amarilla y azul será, como todos los años, el primer sábado de octubre. Es la más grandiosa actividad deportiva en Kosice, gente de todas partes llega a la ciudad para correr, y presume de ser la más antigua de Europa desde que se diera el pistoletazo de salida en el año 1924.






Hacia la fachada norte del templo, aún no parecen haber llegado las prisas. Ni rastro de los operarios ni de los papelitos de colores. En su lugar, la gente parece anestesiada por el juego de malabares que ofrece la fuente próxima al ayuntamiento. Es el momento de sentarse y disfrutar leyendo, tomando una cerveza, dejando pasar el minutero. Es esa pausa que encuentro y saboreo cada día en este país, visitando, en el trabajo, en el transporte, en la sobremesa, esa de la que carecen muchas otras culturas.






Y en el centro de todas las miradas, la catedral de Santa Isabel, la catedral gótica más grande de Eslovaquia, esa que hoy parece actuar de frontera entre los que les falta tiempo y los que les sobra.

Terminada en el siglo XVI, destaca por estar situada junto a un campanario independiente, llamada Torre de Urbano, y la Capilla de San Miguel, que antiguamente se usaba como iglesia funeral para el cementerio que estaba en el lugar donde hoy hay un parque. Las tres construcciones forman un conjunto monumental declarado monumento nacional desde hace 40 años.








Segunda ciudad mas grande de Eslovaquia, Kosice se abre al mundo como treintañero en una segunda juventud, con un pequeño pero bello corazón fraguado en la Edad Media, y con un cuerpo y memoria comunista, formado por cuadriculados edificios, laberínticos raíles a pie de calle por donde circulan sus peculiares tranvías, y por supuesto, semáforos y viejas farolas para tenerlo todo bajo control, que, como no podía ser de otra forma, visten de color amarillo y azul.




(muchas oportunidades tendré de pisar esta ciudad en los próximos meses; les dejo con las fotos de ese día, a máxima resolución, pinchando AQUI)

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