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15 septiembre 2011

Día 369. ...para de nuevo, volver a empezar

(el calor y los preparativos de un viaje impidieron que este post llegara a sus pantallas un 10 de Septiembre de 2011)




Con la noche ya cerrada, bajo la luz artificial de viejas farolas, un pueblo de la provincia de Cádiz acoge en sus entrañas el reencuentro de un grupo de amigos. La alegría es mayúscula. Las ganas por saber y disfrutar de la compañía, también.

¡Te veo muy bien!¿Qué estas haciendo ahora?¿Cómo te va?¡Me alegro un montón!¡Bueno, poco a poco!¿Te acuerdas de…?... Como suele pasar, llega un momento donde las sendas se separan, y cada uno continúa su vida con nuevos retos y objetivos, con mayor o menor suerte. El vigor con que ahora se relatan los logros y fracasos demuestra el esfuerzo puesto en ellos. La ilusión en el incierto futuro mantiene la vivacidad y el empuje de las acciones.







Si hay algo que se aprende a lo largo de los años es a ser perseverante y luchar por lo que se quiere, a no rendirse ante la adversidad. Por eso, una vez se llega al destino o se falla en el intento, hay que volver a coger aire y empezar, sin perder el bien más valioso que poseemos, el tiempo. Esto funciona así.

Posiblemente sea uno de los aprendizajes más valiosos de esta vida, una virtud que no se aprende en ningún aula, que no la ofrecen estudios superiores en su programación. Atrás quedaría la época donde el miedo a lo desconocido te atenaza, te impide progresar, te acorta la visión hasta alimentarte de recuerdos. Una época que es necesaria pasar para saborear, aún más placenteramente, esa nueva capacidad que tienes para dirigir tu vida con energía y seguridad. La seguridad de que en caso de caer, te levantarás.





Hay historias de lucha y superación que no merecen caer en el olvido. El pueblo de San Fernando (antiguamente llamado Isla de León), este desde donde les narro, podría ser un buen ejemplo de ello.

A comienzos de la Edad Moderna eran muy comunes en la zona los pillajes y asaltos por parte de bandas piratas. Durante el siglo XVI y XVII se sucedieron numerosos ataques que asolaron la comarca gaditana. Los habitantes de la región, para prevenir futuros ataques y defender la costa, mejoraron las fortificaciones de la villa y evitaron el saqueo de ingleses y holandeses en muchas ocasiones.




Posteriormente, durante la Guerra de la Independencia Española, la ciudad sería protagonista de la vida política española al ser, junto a Cádiz, el único territorio de la España peninsular no ocupado por los franceses. Debido a que Cádiz se encontraba asediada por la fiebre amarilla, se reunieron por primera vez en el Ayuntamiento de la Real Villa de la Isla de León los diputados de las Cortes Generales y Extraordinarias. Las Cortes Generales permanecieron en el teatro cómico de la ciudad durante una temporada, trasladándose posteriormente. Debido al valiente comportamiento de sus ciudadanos ante los franceses, Fernando VII otorgó el título de ciudad a la Isla de León y cambió su nombre por el actual, San Fernando.

Tierra de luchadores, con muchas más historias de superación a sus espaldas. Un lugar que nos daba su bendición para continuar.






Después de muchas semanas de espera, de muchos días sin nada que contar en estas páginas, ha llegado el momento de cargar la batería de la cámara y hacer la maleta con la misma o mayor ilusión que hace un año. Los días en España se terminan. Toca coger aire y empezar un nuevo reto. Y no puedo evitar pensar, asaltado por mi flujo de positivismo, que lo mejor esta aún por llegar, que el camino de baldosas amarillas no ha hecho nada más que empezar. ¿Me acompañan?




(gracias a Sonia, Maria, Marina, Fátima y Manuel por un fin de semana especial; las fotos, a máxima resolución, pinchando AQUÍ)

1 comentario:

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