Feliz.
Todo cercano, familiar, caminando por calles que conoces su final. Acompañado por la gente de siempre, y bajo la eterna luz del sol. Hay cosas que no cambian nunca, y el sentimiento de estar en casa es una de ellas.
Julio empezó a avanzar a velocidad de crucero, pasando las hojas del calendario tan rápidamente que cuando quise darme cuenta, llegó final de mes y aún no había actualizado el blog que hoy tienen delante suya y que con tanto esmero intento cuidar. Fue resultado de mi desidia, mi pereza, mi entrega por otras causas. Posiblemente porque sentía que todo lo que tenía que contar podía hacerlo en persona. Posiblemente porque escondí durante unas semanas mi afán aventurero, guardando fuerzas para los próximos meses. Posiblemente porque iba a estar más ocupado de lo que nunca pude imaginar.
Todo cercano, familiar, caminando por calles que conoces su final. Acompañado por la gente de siempre, y bajo la eterna luz del sol. Hay cosas que no cambian nunca, y el sentimiento de estar en casa es una de ellas.
Julio empezó a avanzar a velocidad de crucero, pasando las hojas del calendario tan rápidamente que cuando quise darme cuenta, llegó final de mes y aún no había actualizado el blog que hoy tienen delante suya y que con tanto esmero intento cuidar. Fue resultado de mi desidia, mi pereza, mi entrega por otras causas. Posiblemente porque sentía que todo lo que tenía que contar podía hacerlo en persona. Posiblemente porque escondí durante unas semanas mi afán aventurero, guardando fuerzas para los próximos meses. Posiblemente porque iba a estar más ocupado de lo que nunca pude imaginar.
Encabezonado en tener un excelente nivel de inglés para septiembre, me puse manos a la obra y encontré un grupo de personas con quien poder practicar el idioma. La primera fue Marina, una chica australiana residente desde hace 5 años en Benalmádena, simpática a mas no poder, que no deja de sorprenderme con las historias de su país de origen, un país que cada día que pasa despierta en mí mas interés.
Seguidamente conocí a Jan, una señora inglesa ya entrada en años, que organiza varios días a la semana reuniones entre personas de habla hispana y de habla anglosajona en el hogar del jubilado de mi pueblo. Recuerdo que la primera vez que acudí iba con recelo, sin saber muy bien lo que me iba a encontrar. Hoy puedo decir que son mis mejores horas, que disfruto escuchando sus historias sobre la guerra y años posteriores, y aprendo una barbaridad.
Por último, y no menos importante, esta Saro, un chico nacido en Italia pero con media vida en Londres, que ha terminado afincándose en estas tierras atraído por el clima y el buen vivir, y con el cual comparto muchas mañanas de conversación. Con todos ellos, el clima británico continúa muy presente, y mi inglés progresa a pasos agigantados.
Seguidamente conocí a Jan, una señora inglesa ya entrada en años, que organiza varios días a la semana reuniones entre personas de habla hispana y de habla anglosajona en el hogar del jubilado de mi pueblo. Recuerdo que la primera vez que acudí iba con recelo, sin saber muy bien lo que me iba a encontrar. Hoy puedo decir que son mis mejores horas, que disfruto escuchando sus historias sobre la guerra y años posteriores, y aprendo una barbaridad.
Por último, y no menos importante, esta Saro, un chico nacido en Italia pero con media vida en Londres, que ha terminado afincándose en estas tierras atraído por el clima y el buen vivir, y con el cual comparto muchas mañanas de conversación. Con todos ellos, el clima británico continúa muy presente, y mi inglés progresa a pasos agigantados.
Por si fuera poco, durante diez días estuve algo más ajetreado, un centro de estudios de Málaga que se fijo en mi y me hizo un contrato de dos meses para impartir clases durante ese periodo. Media jornada, alumnos de primaria, ESO y Bachillerato. Pensé: “¿Por qué no? A los dos meses termino y me voy con la beca a Eslovaquia con algo más de dinero”. No era mala idea. Pero la jugada salio mal, y fui incapaz de llevar las dos cosas a la vez (las clases y mi inglés), no tenía tiempo para las dos cosas y tenia que elegir, por lo que a las dos semanas dejé el trabajo.
Y por supuesto, también era tiempo de alimentar el ámbito social, reuniones con familiares, amigos de toda la vida, recordando aquellas largas noches de verano, recordando historias que nos despiertan nostalgia y arrancan una sonrisa. Risas, cantes y bailes, acompañados de cerveza, tinto, aceitunas, patatas fritas, en terrazas con vistas al Mediterráneo. Mejor compañía imposible.
Falta menos para que Republica Checa, Hungría, Polonia, Eslovaquia, Lituania, Letonia, Ucrania… sean palabras donde pueda colocar rostros e historias. Mientras tanto, mientras llega el momento, tengo dos amigos desperdigados por el mundo a los que les debo una visita, y de paso, un viaje. Toca hacer la maleta y conocer la tierra del dragón… el sur de Gales.
(todas las últimas fotos de las reuniones y fiestas del verano, entre ellas las de la festividad de la Virgen del Carmen, pinchando AQUI )
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