Por apenas 8 libras conseguí un asiento en uno de los trenes que partían hacia el norte de Gales. Esta semana en Reino Unido cierran universidades, collages y todo lo relacionado con estudios (algo así como la Semana Blanca en Andalucía) así que he decidido aprovechar para visitar tres rincones del país del dragón rojo.
La llegada en tren a Conwy es espectacular, ya que la estación esta situada entre viejos muros secundarios pertenecientes a uno de los castillos más majestuosos de Gales, el Castillo de Conwy. Si aun así te sabe a poco, prueba a llegar desde la ciudad de Bangor. Las vías van paralelas a la línea de costa en muchos momentos, viendo hermosas playas de arena.
Que ganas tenía de volver a estar junto al mar, aunque esta vez sean las frías aguas del Atlántico. Conwy es una ciudad costera y un popular destino turístico, no solo por la fortaleza, sino también por su puente colgante, su costa, sus calles (tiene el privilegio de tener entre sus viviendas el hogar más pequeño de Gran Bretaña, una casita roja situada en el puerto)…
El Castillo de Conwy fue construido entre 1283 y 1289 como parte de la segunda campaña del Rey Eduardo I de Inglaterra en Gales. El castillo está dividido en dos patios, con el exterior y el interior rodeados por cuatro torres cada uno. Se estima que se gastaron 15.000 libras en construir el castillo y las defensas de la ciudad, la mayor suma gastada por el rey en ninguno de sus castillos en esa época; uno de sus principales objetivos era el de proteger la entrada del río Conwy.
A día de hoy se pueden recorrer gratuitamente todas las murallas que rodean la ciudad, pero no es muy recomendable para los que sufren vértigo (¡Ya podía poner las barandillas un poco más altas!).








Aunque el viento se empeñó en complicarme el paseo, recorrí andando toda la desembocadura del río, encontrando paisajes que jamás olvidare. La marea había bajado, dejando al descubierto enormes bancos de arena convertidos en barro, y atrapando a su paso a embarcaciones de todos los tamaños. Como si un niño hubiera estado jugando en el barro, se dibujaban zigzagueantes surcos que servían de autopistas para el agua que había quedado retenida.
No se si será su gente, su acento (¿Porqué a estos si los entiendo y a los de Birmingham no?), sus fortalezas, sus paisajes, su cultura… acabo de llegar y ya me he enamorado de este país. Un flechazo en toda regla.
(las fotos de esta impresionante ciudad y su costa, a máxima resolución, pinchando AQUÍ)
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