Un cosquilleo. Ese cosquilleo inevitable, ese que siento cada vez que me calzo las botas y me coloco la mochila a la espalda, ese que alimenta mi felicidad desde el principio hasta el final. Ya pueden ser 10 kilómetros que 1000, que mi hambre por conocer ciudades y recorrer caminos continúa insaciable. Ya puedo cerrar diarios y blogs que volveré a abrirlos, ya puedo aterrizar que volveré a despegar, ya puedes hablarme de asentar la cabeza que yo te hablare de mis sueños e ilusiones. Adoro mi vida y todo lo que la rodea.
La ciudad de Ceuta apareció en el horizonte como un viaje diferente a todos los anteriores. Por su pasado. Por la compañía. Por ser una España diferente a lo que estamos acostumbrados a ver en la península. Es fácil quererla y sentirse querido en ella, porque motivos sobran.
Resulta que aquí donde me ven, algo de vida le debo a este peculiar lugar. La infancia de mi madre y parte de la vida de mis abuelos transcurrió por estas tierras, tiempos muy diferentes a los actuales, tiempos donde reírse de una foto costaba el calabozo y donde se callaba mas de lo que se hablaba.
Los vagos recuerdos de mis tías y mi madre así lo certificaban. “Aquí creo que estaba el cine”. “Esta calle la recuerdo más grande”. “Aquí debía estar la panadería, y sobre las cinco de la tarde siempre llegaba a casa el olor a bollería y pan recién hecho”. Tiendas, personajes, olores, sabores… todo contado bajo versos de melancolía.
Poco queda ya de aquella ciudad que escuchaba en blanco y negro. El tiempo pasa para todos, y Ceuta, pese a sus limitaciones geográficas, no ha sido la excepción.
Ejemplo de convivencia entre personas de cultura cristiana y musulmana, dar un paseo por sus calles y alrededores te llenará de luz, sintiendo la hospitalidad de su gente, más cercana de lo que su piel o creencias puedan decirte. Las Murallas Reales y el Foso de San Felipe, uno de los principales atractivos de la ciudad, quedarán bajo un segundo plano cuando trates con dependientes, conductores de autobús o camareros. El orgullo caballa puede llevarse bien alto.
Gracias a su situación estratégica el puerto de Ceuta siempre ha tenido un importante papel en el paso del Estrecho, así como en las comunicaciones entre el mar Mediterráneo y el océano Atlántico.
El transporte en ferry a la península es diario, y vale la pena salir a la parte exterior de la embarcación durante la travesía para disfrutar de bellos paisajes costeros. Eso sí, si tu compañía esta en el interior y es como la mía, mejor dentro con ellos, alrededor de una mesa, escuchando y aportando tu granito de arena, porque familia no hay más que una, y porque viajes como estos terminan valiendo el doble. Y con cosquilleo, con ese cosquilleo incluido.
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