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09 marzo 2012

Día 531. Bella, bellísima

(agradables paseos por el centro histórico de Liubliana que ocurrieron un 17 de febrero de 2012)



Acudir a tomar el sol en las cercanías del río Ljubljanica parece la mejor terapia para evadirse durante un rato de la jornada laboral y la carga diaria de problemas que esta sociedad proporciona sin avisar. Jóvenes, y no tan jóvenes, acuden a su orilla junto con un buen libro, junto con multitud de desordenados apuntes, junto con un periódico, junto con pesados instrumentos musicales o simplemente con las manos vacías para disfrutar del día primaveral y escuchar el canto de los pájaros. Por que aquí, en esta capital, si se pueden escuchar.






Mientras muchos dejan pasar su tiempo de la mejor manera, relajados sin hacer nada bajo la luz del astro, otros disfrutan de paseos interminables a través del parque Tivoli, hoy con su avenida principal cargada de simpáticas fotografías de la pasada fiesta de carnaval. Museos y parques son otra maravillosa opción para pasar el tiempo libre en Liubliana, pese a que la ciudad la terminé considerando un museo en sí misma.





La mejor visión de este gran museo la puedes tener desde el castillo. Por que sí, porque toda gran ciudad que se precie debe tener uno, una fortaleza en lo alto de una colina cercana que desate en los ciudadanos admiración y recelo.

Con el objetivo de defender el imperio de la invasión otomana y también de las revueltas campesinas, el Castillo de Liubliana se erigió como principal baluarte de poder de la ciudad en el siglo XV. Su [, torre principal data de 1848 y en ella vivía un guardia cuya misión era la de disparar cañones para advertir a la población en caso de incendio o para anunciar acontecimientos y visitas importantes. Por más que busqué, no encontré indicios del dragón, ese tan verde y grande que aparece dibujado encima del castillo en el escudo de la ciudad.





A los pies de la catedral de San Nicolás, fácilmente identificable gracias a su cúpula, verde y sus dos torres gemelas, se ubica la desordenada y entrañable plaza Vodnik, lugar de encuentro de comerciantes y amas de casa, donde fruta, verdura, ropa, flores, carne, pescado y dulces se dan cita durante unas horas. Mucho color y mucha compra venta como las de antes.






Bohemia a más no poder, con la música anónima que nunca falta por su calles, con su río que actúa a modo de calmante, con mercados y vendedores ambulantes, con parques donde no encuentras el final, con castillos por conquistar, con puentes donde poder dejar tu candados de enamorado, con viejas librerías y cantinas sacadas de otro tiempo. Por todo esto y mucho más, el día y la noche en la capital eslovena terminó siendo una delicia para mis sentidos y una experiencia única. Bella, bellísima. De película.



(a ver si algún día te vuelves a cruzar por mi camino, guapa...)

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