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01 noviembre 2011

Día 397. Espaguetis en el techo

(un mundo subterráneo que tuve la suerte de poder disfrutar un 8 de octubre de 2011)



Andar bajo tierra me recuerda a los Goonies y a la banda sonora de Cyndi Lauper, no lo puedo evitar. De chico corría al videoclub, posiblemente el tercer lugar más concurrido en mi infancia (por detrás del colegio y del kiosko del bueno de Alfredo) a alquilar capítulos de Mazinger Z y películas de aventuras, como The Goonies. Las andanzas de un grupo de jóvenes entre oscuras grutas y cuevas buscando un viejo tesoro pirata me volvían loco.





Hoy no me acompaña la motivación de encontrarme un cofre cargado de monedas como los Goonies (hace diez años no lo hubiera afirmado tan decididamente), pero tampoco me hace falta a la hora de embaucarme en estas subterráneas excursiones. Cada cueva en este lado del mundo tiene un atractivo que supera con creces las expectativas iniciales que uno construye en su mente. Sombrías galerías de cientos de metros que se abren entre la roca y te conducen hacía remotas profundidades.

Era el turno de visitar la cueva de Gombasecká, cerca del pueblo de Silica, en los límites del Slovak Karst National Park colindando con Hungría, un espectáculo tanto a cielo abierto por su vegetación como bajo su roca caliza.






Después de adentrarnos bajo una frondosa arboleda, caminando sobre un inolvidable camino repleto de hojas secas, alcanzamos un grupo de turistas y yo la entrada de Gombasecká.



La caverna, descubierta en 1952 y cuya extensión supera los 1500 metros, es conocida en Europa como la cueva de los espaguetis, y pronto entendería porqué. Finas estalactitas en número indefinido poblaban el techo y creaban una ambientación propia de otro mundo. Aunque la mayoría no superaban el metro, algunas se atrevían con los 2 e incluso 3 metros de longitud. Un arroyo que fluye por las inmediaciones parece ser el culpable más directo.






Esta región se debe a su abrupta orografía, y así lo han entendido siempre sus habitantes desde hace décadas, primero explotando la actividad minera, y luego explotando el filón turístico. Afortunado soy de poder visitar hoy sitios como este, y sentirme, pese a no haber escondido ningún cofre de monedas, protagonista de aquella película de los ochenta.



(todas las fotos de la visita, con espaguetis incluidos, pinchando como siempre AQUÍ)

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