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04 noviembre 2011

Día 403. El legado Andrássy

(pesé a mis esfuerzos por intentar ponerme al día en acontecimientos, siempre termino atrapado en el tiempo; esta vez les habló desde un soleado pero fresco 14 de octubre de 2011)



Érase una vez una familia muy rica de apellido Andrássy. Vivía en Betliar, una hermosa villa situada en el valle del río Slaná, sólo 5 kilómetros al noroeste de Roznava. Emanuel, cabeza de familia, era un exitoso político, administrador y contable, que en sus días libres combinaba viajes de placer con la práctica de la caza.

Érase una vez un lugar tocado por la varita mágica de algún mago blanco, un entorno de cuento de hadas, con un palacete que respira aún años dorados del siglo XIX, y unos jardines a su espalda que atrapan y fascinan por su belleza. Este lugar también existe, en el valle del río Slaná, sólo 5 kilómetros al noroeste de Roznava.






Cómo habrán podido sospechar, esa familia y ese lugar van cogidos de la mano. El poder suele venir acompañado así, es un imán que atrae sin ninguna resistencia estos deliciosos entornos. Doscientos años después, el legado de los Andrássy en forma de palacete y jardines continúa muy vivo y esta al alcance de todo el mundo, atrayendo a turistas y curiosos de todos los rincones del país.



Por mucho que viajes, siempre encuentras una historia o un emplazamiento diferente a todo lo visto anteriormente. Dentro de la mansión, un triste cementerio de animales salvajes, muchos de ellos especies amenazadas hoy en día, decoraban multitud de salas como trofeos. Junto a ellos, objetos y regalos de tierras lejanas, tales como espadas samuráis, momias, o ropa típica de tribus africanas. Retratos de gente adinerada colgaban de las paredes, al igual que recreaciones de batallas y escenas de caza. Ostentoso mobiliario de época mantenía el perfume añejo de clase y señorío que se le presume al sitio; una biblioteca privada, pequeña pero preciosa, ponía el broche de elegancia.






El verdadero tesoro estaba a la espalda del edificio, donde robles y abetos, entre otras muchas especies, me tenían preparada una agradable sorpresa. Entre senderos y caminos que se abrían a mi paso, encontraba riachuelos, pequeños saltos de agua, lagos, y viejas construcciones en piedra que conseguían mantenerse en pie pese a los años. El lago principal, prácticamente el punto más alejado de la vivienda, era una balsa de hojas amarillentas producto del otoño. Un pequeño embarcadero de madera te permitía alimentar más aún la vista. Una belleza realmente asombrosa.






Esta vez la excursión no salió de mí, sino de un grupo de alumnas de mi colegio que un día quiso enseñarme este rincón de Eslovaquia. Muy agradecido les estoy, fueron unas estupendas guías. Ďakujem!



(todas las fotos de la visita al "territorio Andrássy", a calidad, máxima, pinchando AQUÍ)

1 comentario:

  1. Todas como de cuento de hadas, no se ni cual día comentar, fascinante mucha historia que contar a las futuras generaciones...

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