Fuera, en la misma avenida donde la cúpula redondeada resplandecía, un conjunto de árboles, muchos de ellos sin copa y pintados de blanco en su base, servían de bufones de la población, adornados con muñecos metálicos que rozan lo absurdo. Entre ellos, viejas casetas y postes que actúan de imán para el transporte público, pequeños y cuadriculados autobuses amarillos que circulan en ambas direcciones de forma cansina, sirviendo de conos para el resto de vehículos, todos con prisa y demasiado impacientes.
Un grupo de mendigos espera a las puertas, esperanzados con recaudar al final del día un par de monedas. Dentro de la Catedral cristiano ortodoxa, bajando unas escaleras, el lugar de rezo y oración, una amplia sala, ostentosa y bastante bien iluminada, sin bancos o sillas donde sentarte, silenciosa a mas no poder a pesar de la numerosa presencia de devotos, que permanecen de pie con la cabeza gacha. El suelo a cuadros te hipnotiza…
Junto con la Catedral Greco- Católica, una vieja fortaleza y la antigua sinagoga, la Catedral cristiana ortodoxa es uno de los grandes atractivos de Úzhgorod. Situada en el oeste de Ucrania, en la frontera con Eslovaquia y cerca de la frontera con Hungría, es la capital de la provincia de Transcarpatia, así como el centro administrativo de los alrededores. Debe su nombre al río Uzh, que divide la ciudad en dos mitades, y parte de su riqueza a su situación geográfica.
Y eso lo saben sus habitantes, y por eso están ahí. Los eslovacos aprovechan cuando cruzan la frontera para abastecerse de ropa y comida, más barata que en su tierra, y los ucranianos montan un mercado acorde con la demanda, siendo el pan de muchas familias. Estrechas galerías semiocultas por la ropa se extienden en bastas explanadas de tierra a las afueras de la ciudad. El sol marca el inicio y cierre de un frenético negocio, donde el regateo y la picaresca son piezas fundamentales de este puzzle.
La seriedad de su gente, la variada cocina, sus enormes gorros de pelo, esa bruma invernal que te amordaza, el sabor del vodka, edificios rectangulares de los años 50… detalles que se te quedan grabados de un país que no es ni tan pobre ni tan peligroso como me habían hecho creer.
La hermana rusa, diferente a todo lo visto hasta ahora. Toda una experiencia que me terminó resultando demasiado corta. Vuelta a Europa.
(Gracias a Verónika, su marido y amigos, sin ellos esta incursión por Ucrania no hubiera sido posible; todas las fotos de ese día, pinchando AQUÍ)
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